A Ana Iris Simón (Campo de Criptana, 1991) le da envidia la vida que tenían sus padres a su edad: a los veintinueve tenían una cría de siete años y un adosado en Ontígola (Toledo). La Ana Mari, su madre, es cartero de profesión, y también lo es su padre, comunista y ateo. Son una “familia postal”. Los padres de la Ana Mari eran feriantes. Los abuelos paternos, los Simones, agricultores.
De lo que más le gusta escribir a Ana Iris, dice, es de la familia y de las costumbres, y esa es toda la historia de este libro. Y qué historia.
Al hilo de las peripecias familiares de pueblo, casi todas muy normales, conoceremos muy bien a su hermano Javi, a sus padres, a los cuatro abuelos (qué orgullosa está la autora de ellos), a muchos de sus tíos, a sus diecisiete primos, a algunos amigos. Y, a la vez, con gran naturalidad, va desgranando todo lo que no le cuadra con los imperativos sobre qué debe ser el progreso.
Porque ella y sus amigas –han ido a la universidad, han viajado, trabajan– se encuentran con que, de pronto, les ilusiona ser amas de casa, tener hijos, y despotrican del sexo vacío, de los hombres blandengues, y creen que existe la naturaleza y la biología, y también creen en Dios y hablan de muchas cuestiones que, caso de haber sido dichas públicamente, les habrían acusado “de algunas cosas”. Tardó más de veinte años en decir que sus abuelos maternos eran feriantes, pero ahora se ríe cuando ve a los “señoritos diciéndole al pueblo lo que el pueblo es”.
La autora ha escrito en Telva y después en Vice, y ha sido guionista en Playz de RTVE. El libro se lee con gusto: tiene ritmo, está muy bien escrito y utiliza con gracia y acierto muchas expresiones de su generación con el lenguaje que la autora siempre ha hablado en el pueblo (“despeluchao”, “enrredaor”, “jodío”, y así).
Feria es un orgulloso homenaje –sorprendente, escrito con gran libertad– a la familia, a la tierra manchega en la que ha vivido, al pueblo, a la realidad, a las tradiciones, a España: “No hay nada más bello que el orgullo que se permiten los humildes, porque es el que emana de las cosas importantes”. Quizá alguno –la gente fina– no lo entenderá.