Gracias a los avances en neurociencia y en la simulación artificial de los comportamientos inteligentes, poseemos hoy más información sobre los procesos biológicos que se encuentran en la base del conocimiento y de la conducta humana. La efervescencia de la investigación en estos campos explica -al menos en parte- que muchos filósofos guarden ante ellos una actitud de excesiva prudencia, y también que las posiciones dominantes sean a menudo las que sostienen una epistemología cientificista (ver Aceprensa 93/07). Para estas últimas, el progreso en el conocimiento de la mente debe confiarse ante todo a la ciencia, mientras que a la filosofía le cabría tan solo una tarea de clarificación y de crítica de los resultados.
Estas posturas no sólo tienen mucho peso en el ámbito académico, sino que han alcanzado una gran proyección en la opinión pública, y con frecuencia ocasionan dificultades para aceptar y exponer una visión del hombre que no se agote en planteamientos reduccionistas. En este contexto, resalta el valor de la obra de Sanguineti, profesor de Filosofía del Conocimiento de la Universidad de la Santa Cruz (Roma), y su audacia al acometer este estudio sobre la mente en el que, contando con los nuevos datos, no renuncia al enfoque ontológico y antropológico.
La disciplina denominada filosofía de la mente es un intento de explicar la naturaleza de la mente que surge en el contexto de la filosofía analítica. Esta tradición, fuertemente marcada por el prestigio de la ciencia experimental, tiende a considerar la mente y su lugar en la realidad como un problema, en virtud de la dificultad de explicarla con los métodos de la ciencia moderna. Su punto de partida suele ser el dualismo cartesiano, al que intenta encontrar alternativas, que van desde la negación de la realidad de la mente, hasta diversos intentos de comprenderla que, en muchas ocasiones, incluyen la declarada intención de reducirla a un subproducto de la materia.
Sanguineti revisa las diversas soluciones, y propone su propio punto de vista. Para ello estudia de forma atenta todas las posturas y cuenta con las aportaciones de la ciencia y de la filosofía clásica, que han sido frecuentemente olvidadas o mal entendidas. Uno de los méritos del autor consiste en mostrar de modo convincente que la perspectiva -a la vez científica y sapiencial- de autores como Aristóteles y Tomás de Aquino permite soluciones más ambiciosas y coherentes a los diversos problemas que se plantean. La naturaleza de la mente, el conocimiento sensible, la inteligencia, la libertad, y un documentado examen de temas de gran actualidad, como la inteligencia animal y la inteligencia artificial, con sus posibilidades y sus límites, son algunos de los temas que aborda. El resultado es un libro que ofrece una valiosa información, muy bien integrada, con soluciones y propuestas.