Se suele hablar mucho –y bromear no menos– de los cambios en las leyes de educación, desde la reválida hasta las propuestas más actuales, pasando por la EGB. Lo que un tiempo parecía fundamental pasa a ser arrinconado… para ser redescubierto después como la solución a todos los problemas. ¿En qué debe centrarse la labor pedagógica? Este breve texto, que en su origen no era más que un artículo, ofrece una visión panorámica de los elementos centrales que responden a esta pregunta.
Romano Guardini parte siempre en sus reflexiones de la realidad, aceptando su complejidad. Esto se comprueba en las tres secciones que articulan el escrito. En la primera, reconoce que la pedagogía tiene un impulso y una tarea que le son propios, y que la distingue de otras disciplinas. En la segunda, expone los distintos planos que debe tener en cuenta, si quiere acercarse al desarrollo del ser humano: el plano del mero viviente, el de la libertad y el de la persona, que incluye la apertura a Dios. Para nuestro autor, sería “una comedia grotesca suponer que Dios existe y a la vez actuar pedagógicamente como si no existiera. Existe; y una teoría de la formación que prescinda de él acaba en un desastre más o menos encubierto”.
La tercera sección es la más extensa. De acuerdo con la complejidad de la realidad, Guardini había desarrollado su método del contraste, que consiste en reconocer distintas nociones que permiten describir el objeto de estudio sin que sea posible reducir una de ellas a la otra. La tarea formativa se encuentra ante tres aspectos que no es posible eludir. Dos de ellos tienen que ver con la parte subjetiva de la formación; el tercero, con la objetiva. En el polo subjetivo, el primero es el de la forma, la estructura de la existencia concreta, que expresa “cómo debe ser el ente para ser plenamente él mismo”. El segundo es el movimiento, es decir, la capacidad de afrontar creativamente situaciones que ponen a prueba al sujeto. Estos dos aspectos se encuentran entre sí en una relación dialéctica y, a la vez, con el polo objetivo, componente también de la tarea formativa.
Detrás de estos términos, quizá un tanto abstractos, es posible reconocer tres concepciones de la educación: la que se centra en la formación del carácter; la que pretende formar competencias, que hagan posible después moverse con soltura por la vida; y la que pone el acento en los contenidos que es preciso enseñar. La grandeza de la postura de Guardini es que afirma la importancia de las tres sin renunciar a ninguna. Cada polo constituye una posibilidad de lo pedagógico que “exige el contrapunto de los otros”. La cuestión es, entonces, dónde poner el punto de gravedad, pues de esa decisión depende una construcción muy distinta del ser y del mundo personal.
La introducción de Rafael Fayos constituye una ayuda preciosa para quienes no estén familiarizados con el pensamiento de Guardini o quieran conocer su vertiente educadora.