Espasa. Madrid (2004). 341 págs. 18 €.
La Revolución Cubana sigue siendo hoy en día un mito para muchos intelectuales de ideología de izquierdas. La fe sin fisuras en los ideales de la Revolución ha llevado a achacar su evidente fracaso a causas externas, especialmente al embargo y a la hostilidad norteamericana. Periódicamente algunas crisis han provocado que algunos de estos intelectuales pierdan su fe en una revolución que va a la deriva. Por ejemplo, el año pasado, tras el encarcelamiento de opositores al régimen, escritores como José Saramago y Eduardo Galeano le han retirado su apoyo.
Uno de los pocos escritores que mantienen su fidelidad al régimen cubano y a Fidel Castro es Gabriel García Márquez. El Premio Nobel de Literatura siempre ha confesado su entusiasmo por la Revolución Cubana. Este apoyo le llevó a entablar una estrecha amistad con Fidel Castro, amistad que ha mantenido a pesar de las sucesivas crisis del régimen y de la constatación de que el sistema represivo y dictatorial que impera en la isla poco tiene que ver con los ideales de la Revolución.
Este libro analiza con todo detalle la evolución de esta amistad. A juicio de los autores, Gabo es una persona «obsesionada por el poder, los caudillos y la mediación diplomática del más alto rango». Como ha confesado el propio García Márquez, «siento una gran fascinación por el poder, y no es una fascinación secreta». Esta pasión le ha llevado a establecer muchos lazos de amistad con importantes protagonistas de la vida política del Caribe, de Centroamérica, de Europa (Mitterrand) y España (Felipe González).
El libro analiza las ideas políticas de Gabo y de Fidel Castro, en especial su singular bolivarismo; los argumentos para justificar la presencia cubana en la guerra de Angola; las mediaciones de los dos para asegurar el éxito del sandinismo en Nicaragua. Gabo, tan poco dado a la literatura de tesis, ha prestado sin rubor su pluma a la causa cubana en numerosas ocasiones, especialmente en los artículos periodísticos, siempre coincidentes con el punto de vista de Fidel Castro. Esta presencia política de Gabo le ha llevado a ejercer labores de mediación y también a conseguir la libertad de presos políticos cubanos.
El paisaje de la amistad cuestiona también el papel de aquellos escritores de izquierdas que justifican la ausencia de libertades en Cuba, bajo un régimen sometido al arbitrio de Fidel Castro, que cada día se parece más a uno de esos envejecidos dictadores que aparecen en las novelas de García Márquez.
Adolfo Torrecilla