El profesor Murphy, de la Universidad de Oregón, es un estudioso de la geografía con un especial interés en los aspectos políticos y culturales. Su ensayo pretende fomentar los estudios geográficos en un momento en que la tecnología despierta la ilusión de que el hombre controla el espacio terrestre. Ni siquiera el turista domina la geografía y seguramente tampoco quiere hacerlo, pues busca, incluso en los lugares exóticos, el escenario más parecido a su lugar de origen, a ser posible con todas sus comodidades, olvidando que el paisaje no es ni estático ni estético.
Pero la geografía no es una cuestión de localización; es, más bien, de relación. Constituye, como decía un profesor de Chicago, el porqué del dónde. Murphy explica que el espacio geográfico cambia a través del tiempo, principalmente por medio de la acción humana. Pone el ejemplo del lago Chad, rodeado por cuatro países ribereños. En la década de 1960, poco después de alcanzadas las respectivas independencias, se planteaba una cooperación entre los nuevos Estados en la zona, pero más de medio siglo después, el panorama es desolador: la zona está seca, se han producido desplazamientos y nuevos asentamientos y el lugar está amenazado por los ataques de Boko Haram.
Los estudios geográficos son, para Murphy, un ejercicio de interconexión entre distintos factores políticos, culturales, económicos… Así puede entenderse el reparto de Bosnia Herzegovina entre croatas, serbios y musulmanes; o la persistencia de la segregación socioeconómica en Sudáfrica, pese al final del apartheid. Pero han de tratarse de estudios serios, para no incurrir en tópicos.
El ensayo quiere despertar el interés de los lectores por el estudio de la geografía, clave para entender el mundo. De hecho, el exsecretario de Defensa Robert McNamara atribuyó la derrota en Vietnam a la ignorancia por parte de las élites gobernantes de la cultura, la historia y la política del pueblo vietnamita. Podríamos añadir que otro tanto sucedió con la guerra de Irak. Murphy concluye que el conocimiento de la geografía no es un lujo; es esencial, como él mismo dice, “para una vida reflexiva, empática y responsable”.