PPC. Madrid (1999). 115 págs. 1.375 ptas.
Este pequeño libro puede contribuir a que se conozca entre el público de habla castellana a uno de los mayores poetas de la lengua inglesa, Gerard Manley Hopkins (1844-1889). Desde los años treinta, sus libros han dado lugar a una avalancha de literatura especializada. Muchos rasgos biográficos estimulan ese interés: inteligencia notable, temperamento artístico, sensibilidad aguda, inclinaciones por la poesía, el arte y los encantos de la vida familiar inglesa. Con intensas crisis espirituales y un agudo sentido, al mismo tiempo, de la confianza en Dios. Anglicano de nacimiento, siguió los pasos de Newman y fue recibido por este en la Iglesia católica, en 1866. Dos años después se hizo jesuita y más tarde se ordenó sacerdote.
Habiendo quemado lo que había escrito hasta entonces y tras una época de silencio, volvió a escribir poesía, pero la mayor parte de sus versos verían la luz solo después de su muerte. Siendo un temperamento tan sensible, nunca se acomodó bien a las circunstancias en que le ponía la vida y fue un gran sufridor. En su alma se mezclan las sombras y los consuelos de Dios. Con alegría y paz murió en Dublín, con 44 años. No hace mucho, Carlos Pujol nos recordaba su vida y conversión en su agradable libro Siete escritores conversos (ver servicio 134/94).
Este volumen contiene la versión bilingüe de algunos de los más impresionantes sonetos de Hopkins (Terrible Sonnets), donde se reflejan sus pruebas interiores, y un escrito (That Nature is a Heraclitean Fire…), cuyo final inspiraría su epitafio: diamante inmortal. A continuación, se nos ofrece el análisis de Leopoldo Durán, que tiene presente a la crítica especializada, e intenta dar una interpretación genuinamente cristiana, estableciendo comparaciones con La noche oscura, de San Juan de la Cruz. Leopoldo Durán es estudioso de la literatura inglesa y conocido por algunos ensayos sobre Graham Greene, que le valieron la amistad del novelista inglés; de ella trataba el anecdotario Graham Greene. Amigo y hermano (Espasa, 1996).
Juan Luis Lorda