Charlotte Usher es una adolescente muy insegura de sí misma; no tiene amigas ni familia. En el instituto es un cero a la izquierda para todos: no existe para nadie, ni siquiera para Damen, el chico más popular, del que está locamente enamorada. Durante las vacaciones de verano pone en marcha un plan para mejorar su popularidad en el instituto y que Damen se fije en ella. Sin embargo, pronto podrá comprobar que los cambios exteriores no tienen por qué venir acompañados de cambios interiores.
En ello está, cuando repentinamente muere atragantándose con un osito de gominola. A partir de este momento, Charlotte pasa a convertirse en una chica fantasma y comienza su nueva “vida de muerta” junto a otros adolescentes muertos del instituto. Todos ellos tendrán que aprender cosas que no fueron capaces de aprender en vida antes de poder alcanzar la paz.
La visión que la autora da del mundo adolescente en la primera entrega es penosa: el objetivo de la protagonista es seducir al chico que ama, para lo cual está dispuesta a cualquier cosa, tanto en vida como muerta. Su modelo ideal de chica es Petula, la actual novia de Damen, otra adolescente que vive solo para sí misma, para su imagen, para su popularidad, y que va siempre acompañada de sus dos fieles amigas, cuyo nivel de frivolidad alcanza cotas muy altas, y que no dudan en mostrarnos una imagen de la mujer como objeto valioso para manipular la voluntad de los hombres.
Los chicos, por su parte, se nos presentan como unos obsesos. Las alusiones soeces jalonan todo el relato, tanto en bocas masculinas como femeninas, haciendo ver al lector que lo importante en la vida es pasárselo bien.
En El regreso, la segunda entrega recién publicada, la autora da un giro radical al planteamiento de los protagonistas. Valores como la amistad, el sacrificio por los demás o la familia se convierten en la razón de ser de los personajes. La situación de inminente muerte de Petula (eso sí, por una pedicura mal hecha), es el acicate para que se esfuercen por dar lo mejor a cambio de nada, dejando de lado ese mundo de frivolidad que caracteriza al primer libro.
La saga “Ghostgirl” acaba de comenzar. La primera entrega deja bastante que desear. La segunda resulta mucho más apropiada para los jóvenes lectores, aunque de acción más lenta y con menor tensión narrativa. Habrá que esperar al tercer libro para ver hacia qué lado se decanta la autora.