Se acaba de publicar la esperada tercera parte de Ghostgirl, y no parece que vaya a ser la última. Antes de poder descansar en paz, Charlotte tiene que volver al trágico escenario de su muerte: el instituto. Todavía le queda una última misión que cumplir. Tiene que ayudar a quien le ha sido asignado a resolver algunos problemas personales antes del baile de graduación. Pero nadie le ha explicado qué ocurre cuando precisamente estás enamorada de tu proyecto de clase… Charlotte moriría (otra vez) por amor. Pero si su billete para la Otra Vida implica enfrentarse a la demasiado familiar sensación de sentirse invisible, quizás esto vaya más allá de lo que ella pueda soportar.
La autora retoma la línea seguida en su segundo libro, Ghostgirl. El regreso, y apuesta nuevamente por resaltar la importancia de la amistad, la caridad, el rechazo de lo material. El giro dado por una de las protagonistas es radical y pone de manifiesto la irrelevancia de todo lo superficial. Como el propio título indica, el hilo conductor del libro es el amor, que en esta entrega se refleja en las distintas relaciones de los protagonistas, sin importar que estén vivos o muertos. En algunos momentos, el relato se hace un poco pesado, ya que la misión de Charlotte no parece muy clara ni para ella misma, por un conflicto entre sus propios sentimientos. Como suele pasar con las terceras partes, resulta un poco más de lo mismo, a pesar de lo cual parece que la historia no ha hecho más que empezar.
A pesar de todo ello, la novela puede resultar entretenida para los que hayan leído las dos anteriores entregas, sobre todo niñas en edad adolescente a las que interesan las historias de este tipo. Hay que resaltar el enfoque, muy positivo, con el que la autora aborda temas como el vivir de las apariencias o el materialismo.