Las afirmaciones sobre literatura, arte en general, han generado montañas de papel impreso: desde introducciones y gruesos estudios eruditos hasta puntos de vista originales, poco elaborados según las rígidas normas del estilo científico, pero que dan luz para entender mejor -o de otra manera- obras clásicas y nuevas.
Dentro de este último grupo habría que situar este conjunto de reflexiones sobre el guión cinematográfico y sobre el propio cine. Y es que hablar de guión cinematográfico es como hablar de teatro escrito: una excusa para referirse al producto final que justifica la existencia de un proyecto, por muy acabado que se presente. Con una ventaja por parte del cine: el guión en este caso puede recoger el resultado final, el guión que se hizo. Así, aunque es concebible una obra de teatro escrito irrepresentable, no es posible hablar de un guión cinematográfico que no se vaya a convertir en film: porque no deja de ser un simple proyecto no concluido. En este sentido, Vanoye escribe sobre cine real, es decir, sobre los guiones resultantes al convertirse en películas.
El libro es una reflexión abierta: nadie puede esperar de él recetas para escribir guiones, porque no es un manual para aprendices. Que no haya conclusiones no significa que no haya afirmaciones. Los modelos de guión, dice Francis Vanoye, no evolucionan hacia un producto de absoluta perfección en su género y, por lo tanto, tampoco hay modelos superados.
Habrá guiones inactuales -por un cierto tiempo- hasta que se produzca la renovación, como ocurre en el campo de la narrativa escrita. Nadie pensaba hace una decena de años en que se renovasen los libros de caballerías y los de viajes… En fin, el guión es un sistema abierto, como el cine, claro.
Julio Montero Díaz