Plaza & Janés. Barcelona (1993). 480 págs. 2.995 ptas. Edición original: Random House, Nueva York (1993).
El inglés Paul Kennedy, profesor de Historia en la Universidad de Yale (EE. UU.), obtuvo un gran éxito con Auge y caída de las grandes potencias. Este libro era un estudio de «gran Historia», centrado en los Estados nacionales como actores y protagonistas de los asuntos mundiales. Ahora, ayudado por estudiantes de Yale y a golpe de fichero y ordenador, ha escrito una obra en que cambia el enfoque fijándose en los factores supranacionales.
En Hacia el siglo XXI, Kennedy considera el encuentro de las razas humanas con ciertas fuerzas o tendencias generales de finales de este siglo que, a su juicio, son las que tendrán mayor trascendencia en los inicios del próximo. Entre ellas, señala los cambios demográficos; las revoluciones en las finanzas, las comunicaciones, la agricultura, la biotecnología; la pujanza de las multinacionales; los peligros que acechan al medio ambiente… En la primera parte del libro define estas tendencias generales, para luego proyectar -hacia el horizonte del año 2025- sus consecuencias en los distintos países o regiones del mundo.
La amplitud del análisis y la ambición del estudio generan tal cantidad de información, tantas reflexiones y juicios, que la impresión final puede ser la de tener entre las manos un catálogo de incertidumbres o -si se prefiere- de posibilidades muy condicionadas.
Cuando trata las grandes tendencias mundiales, Kennedy no aporta nada particularmente revelador. El autor advierte que no ha pretendido escribir un manual de respuestas ni predecir cómo será el mundo del 2025. Más bien intenta ofrecer una guía para comprender los cambios globales y una orientación sobre lo que convendría hacer para estar bien situados en el siglo XXI, con lo que evita que se le pueda incluir entre los agoreros, al estilo de Malthus o el primer informe del Club de Roma. Pero lo consigue al precio de diagnósticos inconcluyentes que tal vez dejen perplejo al lector.
Así ocurre a menudo en la parte dedicada a las seis regiones del planeta que el autor señala como actores principales en la escena mundial: Japón, China-India (es un acierto considerarlas conjuntamente), el resto de los países en desarrollo, el ex imperio soviético, Europa y Estados Unidos. En los comentarios sobre el tercer grupo, Kennedy tiene tanto cuidado de equilibrar pros y contras, que no se sabe bien si el subdesarrollo se debe sobre todo a factores internos o externos. Sus advertencias sobre los peligros que presenta la antigua URSS son triviales.
El libro empieza por la economía y termina con la política. Kennedy señala un gran problema: mientras la economía avanza hacia una unidad global, en el plano político el mundo aparece cada vez más fragmentado, con un aumento del número de países y un refuerzo de los particularismos nacionales y étnicos. Armonizar las estructuras económicas y las estructuras políticas es la tarea que aguarda a los dirigentes democráticos, a los que el autor adjudica la responsabilidad de encontrar las respuestas apropiadas, a la vez que duda de su capacidad. Kennedy sostiene que, a menudo, los gobernantes no toman las medidas necesarias, que sólo reportan beneficios a largo plazo, porque no están dispuestos a pagar los costes políticos inmediatos.
Rafael Morilla