Editorial Renacimiento. Sevilla (1999). 93 págs. 1.200 ptas.
Los aficionados a la poesía disfrutarán con este nueva entrega de Miguel D’Ors (Santiago de Compostela, 1945), autor de un buen número de libros y Premio Nacional de la Crítica en 1987. Convendría que el lector comenzara por las páginas finales de este nuevo volumen en las que el autor da cuenta de su sequía poética durante tres años y de otros detalles de interés.
Comenta, por ejemplo, cómo al volver la Musa «le noté la voz más educada técnicamente, lo que me permitía emitirla con más apariencia de naturalidad». Habla también de que la «Poesía es cosa del lenguaje, que en ella vale todo (cuando vale) y que es algo que brota de la vida y tiene también la vida como destino. La de usted, lector». Se refiere a la finalidad de sus versos: «Espero haberle ayudado a mejorarla -la vida- un poco haciéndole pasar un buen rato». Ese buen humor se observa en unos versos que nunca pierden de vista, como indica su título, la «luz más pura» de la Transcendencia. Todas estas características (técnica, naturalidad, lenguaje, vida y buen humor) confieren a la poesía de Miguel D’Ors un tono propio y diferente en la literatura española contemporánea.
Hacia otra luz más pura es, en efecto, un libro claro, ameno y sabio. Desde la imitación clásica del soneto que abre el libro, acompañamos a su autor en su perplejidad, «contemplando tanta nada junta / mi casi medio siglo se pregunta / dónde demonios estará la vida». El paso del tiempo es uno de los temas preferidos de los 45 poemas de este libro.
La literatura también es un elemento esencial; no sólo por las constantes referencias literarias, sino por las variaciones de otros poemas que ofrece el libro. Todas, sin embargo, tienen un tono común: se alejan de la literatura y se acercan a la vida cotidiana. Podríamos decir que la poesía de Miguel D’Ors es un poesía nacida de lo concreto y lo cotidiano: nombres, lugares, fechas y situaciones.
Encontramos también en el libro un constante aliento de transcendencia. A veces, directamente, como el magnífico y angustiado soneto «Mírame», o el guiño divertido de «Lógica teológica». Pero hay otros muchos que sondean el misterio del dolor, la vida, la belleza: «Escuchando a Ella Fitzgerald…» («Quién hubiera podido imaginar que esta belleza / son aquellos cuatro siglos de dolor») y «Elogio de la imperfección», de la vida, «Nocturno con preguntas». Es decir, nos encontramos con uno de los pocos poetas que se atreve a plantear temas esenciales.
Dos preciosos poemas -«Aniversario» y «Bolero de aniversario»- vuelven sobre un tema muy habitual de Miguel D’Ors: el amor de largo aliento, el amor conyugal. Algunos se refieren a la incesante muerte/vida de los muchos yos que sucesivamente nos vivimos y desvivimos; también es otro tema muy querido por el autor: «No sé cuáles serán los supervivientes definitivos, / los miguel d’ors que lleguen a la última secuencia / -que según los antiguos es el paso de un río-«.
Como se puede ver, muchos registros y tonos ofrece la poesía de Miguel D’Ors. En suma, un hermoso libro; con él nos identificaremos en muchas situaciones y con él pasaremos muchos buenos ratos. Tal como quiere su autor.
Pedro L. López Algora