Como era de suponer, en este libro todo está orientado a ir respondiendo a las preguntas que habían quedado en el aire. Poco a poco, se van recomponiendo los sucesos del pasado y se aclaran los misterios: el origen de la particular unión mental de Harry con Voldemort, el papel que juega Snape, las razones y los pasos en falso de Dumbledore…
No hay elementos o personajes nuevos que sean dominantes y, como en las demás novelas, la autora usa la misma estrategia narrativa de dosificar la información cuidadosamente.
Esta vez las novedades se han de buscar en las situaciones, como la boda entre Bill Weasley y Fleur Delacourt, en algunos encantamientos, como la sensacional capacidad del pequeño bolso de Hermione gracias al “Undetectable Extension Charm”, en la fuerte personalidad de algunos secundarios como Griphook, un goblin con un carácter resentido y malhumorado como el de los enanos de Tolkien.
Como corresponde a un argumento de persecución, hay menos lugar para la broma y más situaciones de tensión: escenas de acción con salvaciones en el último momento; momentos de lucha interior de Harry en torno a qué debe hacer y qué no; peleas dialécticas con intercambio de reproches y arrepentimientos posteriores.
Queda de relieve el talento de Rowling para construir una trama intrincada que no se le va de las manos -se ve que sabía bien lo que hacía desde los comienzos-, y que resulta convincente para el lector interesado -todo tiene lógica interna e incluso son aceptables las opciones por caminos más cómodos-.
En cuanto a los contenidos, a lo largo del relato se subrayan algunas ideas ya conocidas. En lo que tiene de novela de pandilla, la importancia de una amistad leal, de combatir los celos y las rivalidades egoístas, de comprender a los demás y saber rectificar. En lo que tiene de novela colegial, sobre todo se destaca que los chicos piden a sus educadores que sean coherentes y que les cuenten la verdad: buena parte de los conflictos interiores de Harry se centran en esto. En lo que tiene de novela de aventuras, se carga el acento en la responsabilidad del héroe y en que la inconsciencia propia de la edad no es un argumento para justificar algunas elecciones morales: a Harry le molesta que se intente justificar a un adulto que se comportó mal cuando era joven… como él lo es ahora.
De todos modos, el tema central de esta historia es la muerte, como ya el título sugiere, y el poder salvador del amor. Cuando, en la tumba de sus padres, Harry lee la inscripción “El último enemigo que será destruido es la muerte”, manifiesta su sorpresa y Hermione le aclara que eso no significa derrotar la muerte tal como lo entienden los Death Eaters; «eso significa… vivir más allá de la muerte, vivir después de la muerte».
Más tarde, a Harry le queda claro que se ha de aceptar la muerte y que “hay cosas en el mundo que son mucho peores que morir”. Y, más adelante, recibe otro consejo en esa dirección: “No tengas compasión de los muertos, Harry, ten compasión de los vivos y, sobre todo, de los que viven sin amor”.
Se puede apuntar también que, como muchos leerán esta novela con lupa, seguramente adquirirá relevancia la discusión acerca de la figura de Dumbledore. Se cuentan con detalle sus errores de juventud y sus coqueteos con el deseo de poder, un eco del tema central de El señor de los anillos, y se revelan los aspectos de su conducta que no quedaron claros en anteriores relatos. Sin embargo, habrá quienes piensen que sus tácticas son más que discutibles, tanto en sus planteamientos educativos como en sus decisiones de combate contra sus enemigos. Por eso quizá convenga terminar recordando, una vez más, que nos encontramos ante una novela de aventuras y no ante un tratado educativo.