Acento. Madrid (2001). 927 págs. 30 €. Traducción: Carmen García-Trevijano.
Que un estudioso realice el esfuerzo de presentar completo el pensamiento de uno de los grandes autores de la historia de la filosofía es una buena noticia. Que lo intente con el sistema hegeliano -posiblemente el más complejo de todos- es un mérito notable. Con el objeto de presentar el pensamiento de Hegel a un lector culto, pero no necesariamente versado en cuestiones filosóficas, Pinkard realiza una explicación genética de la producción hegeliana al hilo de su vida, presentando sus diversas obras en el ambiente personal y social del tiempo en que se produjeron.
Pinkard se extiende en el relato de la génesis de la filosofía hegeliana (desde el nacimiento de Hegel en 1770 a su llegada a la Universidad de Heidelberg en 1816, su primer destino universitario). En esta primera parte se entrelazan la narración del esfuerzo de promoción de Hegel hacia la cátedra académica -objetivo que logró mucho más tarde que su amigo Schelling-, con el análisis de sus obras, aunque sin pretender un estudio exhaustivo de éstas.
Pinkard parte de la convicción de que la filosofía hegeliana es un intento por comprender al hombre occidental de su tiempo, marcado por cambios y vivencias de signos muy diferentes que difícilmente puede conciliar. La grandeza singular del esfuerzo hegeliano es la pretensión de unir -en una síntesis explicativa- esas fuerzas como elementos necesarios: cristianismo e ilustración; tradicionalismo político y libertad; filosofía kantiana e idealismo; ciencia y antropología.
Aparte de la natural dificultad de un pensamiento arduo construido con un vocabulario muy específico, el estudio de la obra de Hegel debe mantenerse en ese difícil equilibrio entre todos esos polos contrarios que hemos descrito, pues -para el pensador suabo- la síntesis surgía de ese mismo enfrentamiento. Pinkard, pese a prometer mantenerse en ese equilibrio, se decanta por uno de los polos: resalta el aspecto ilustrado frente al cristiano; el impacto de la Revolución Francesa frente a su respeto por el estamentalismo; o la huella de Kant frente al nuevo idealismo. Eso resta inteligibilidad a la segunda parte de la obra, donde Hegel -ya convertido en profesor consagrado- dedica sus mejores esfuerzos a la filosofía de la religión o de la historia y consagra el Estado (sin identificarlo con ninguno concreto) como la plenitud de la vida humana.
Pese al notable esfuerzo e interés de sus páginas, Hegel. Una biografía es un libro que no alcanza la brillantez sintética del tratado más clásico sobre el pensamiento hegeliano: Hegel, de Walter Kaufmann (Alianza, 1979). Pretende agilizar la lectura poniendo las citas al final del libro y no a pie de página, pero eso hace que muchas anotaciones interesantes queden encubiertas y que no se conozca directamente la fuente de las citas, algo muy importante para añadir credibilidad a las opiniones presentadas.
Miguel Ángel García Mercado