Herejes es uno de los más importantes libros de Chesterton pues en él se apuntan muchas ideas que luego desarrollará más extensamente o redondeará con nuevos ejemplos en libros posteriores. De hecho, la objeción que se le hizo después de su publicación, de que sus críticas a otros no serían tomadas en serio mientras no declarase cuáles eran sus propias posturas, le llevó a escribir Ortodoxia unos años más tarde.
En el capítulo inicial explica que “lo más práctico y lo más importante de un hombre es su visión del universo”, del mismo modo que “para una propietaria que considera a un posible inquilino es importante conocer sus ingresos, pero es aún más importante conocer su filosofía”. Y, a partir de ahí, se propone analizar el pensamiento de contemporáneos suyos como Ibsen, Kipling, Shaw, Wells, y otros, y mostrar algunas consecuencias de sostener herejías como el negativismo, el relativismo, el progresismo, el puritanismo, el esteticismo, el servilismo, el individualismo…
En Herejes figura uno de los ensayos más citados del autor, como Ciertos modernos escritores y la institución de la familia, pero conviene no perderse Omar y la sagrada viña, un gran análisis de la insuficiencia del «carpe diem», o las críticas feroces a los escritores despreciables en Los novelistas de los barrios pobres y los barrios pobres. En este capítulo hay una de las muchas expresiones felices del autor, tan aplicable a lo que vemos alrededor: “Los antiguos tiranos tenían insolencia suficiente para despojar a los pobres, pero no tenían insolencia suficiente para predicarles”.
Al final, Chesterton vuelve a su idea inicial con una imagen inolvidable: “Ni el más distraído de los hombres es capaz de hacer una maleta y excluir la maleta. Todos tenemos una visión general de la existencia, nos guste o no; esa visión modifica, o, para decirlo con más exactitud, crea y envuelve todo lo que decimos y hacemos, nos guste o no”.