Plaza & Janés. Barcelona (1999). 428 págs. 3.250 ptas.
La protagonista de la nueva novela de Isabel Allende es una joven chilena, hija adoptiva de una familia inglesa, que se fuga de casa, embarazada, para buscar a su novio, que ha emigrado a California atraído por la fiebre del oro.
El argumento se desarrolla primero en el ambiente burgués de una ciudad provinciana y luego en las tierras salvajes de Sacramento y San Francisco, en poblados de buscadores de oro llenos de gentes sin escrúpulos, emigrantes desesperados, prostitutas sin futuro y delincuentes de toda índole, un cóctel que guarda muchos puntos en común con la literatura más popular.
Este contraste, en el que resalta la inquebrantable tenacidad de la protagonista, da lugar a una acción bastante desigual, mucho más lograda en la primera mitad que en la segunda. En realidad, resultan dos relatos diferentes, unidos entre sí con una amalgama argumental y narrativa poco consistente.
Una vez más, Isabel Allende se muestra como una narradora eficaz, experta en el manejo de recursos para enganchar a los lectores. Pero también como una escritora cuya técnica presenta muchos puntos débiles y cuyo estilo, pese a su expresividad colorista, alcanza una calidad sólo mediana, aunque para sus numerosos lectores, como ya se ha demostrado en el resto de sus novelas, esto quizá sea lo de menos.
Si en relación con la estructura de la narración y con el estilo Isabel Allende sigue siendo fiel a sus principios narrativos de no complicar mucho las cosas, también en Hija de la fortuna se mantiene su habitual concepción del amor, confundido con la atracción sexual. El amor justifica cualquier debilidad carnal, pero no la promiscuidad, que queda excluida. Esta actitud sirve para que se critique por estrecha la moral cristiana, y se deslice alguna descripción esporádica al respecto.
Pilar de Cecilia