Profesor y autor de diferentes ensayos relacionados con la literatura, su especialidad, Francisco Robles (Sevilla, 1963) es también colaborador habitual en diferentes medios de comunicación. Hijos de la Logse es un libro que tiene su punto de partida en el conocimiento del autor del mundo educativo. Por eso, sus opiniones sobre la ley que rige la educación en España -duras, irónicas, muy críticas- están basadas tanto en su experiencia personal como en el conocimiento de la realidad. El tono empleado es demoledor y burlesco, y no le falta al autor ironía para abordar cuestiones educativas que afectan a la sociedad en su conjunto y a los profesores y centros de enseñanza.
Dice el autor en el prólogo que “este libro es un grito, una voz de alarma en medio de la indiferencia general que aqueja a la sociedad convenientemente anestesiada en estos tiempos de modernidad y buen rollito”. Su conclusión sobre la LOGSE no admite dudas: es la culpable de que la educación actual haga agua por todas partes. Y para demostrarlo, Robles, con sentido del humor, describe las grandes mentiras sobre las que se asienta la LOGSE. “Desmontar las mentiras de la LOGSE y devolver la educación a los principios del sentido común -escribe el autor- es tarea hercúlea que afrontamos con la herramienta del humor y la ironía. Y para conseguirlo, nada mejor que un estilo alejado de la retórica al uso, brutalmente directo, sin concesiones a la corrección política ni al pensamiento débil, o sea, un estilo antilogsiano”.
En los primeros capítulos se analizan los objetivos que tenían los “padres de la LOGSE”. Habla el autor también de los “prelogsianos” y de los “colaboracionistas”, donde incluye una fuerte crítica a aquellos sindicatos que asumieron de manera acrítica la LOGSE y se pusieron servilmente al servicio de ella. Otro capítulo concreta las que para el autor son las grandes mentiras que todavía siguen instaladas en nuestro sistema educativo: el mito de la comprensividad, la pasión enfermiza por lo lúdico, el desprecio a la disciplina y a la autoridad, la auténtica multiculturalidad, ironías sobre la transversalidad y la diversidad, etc.
Concluye el autor con un “Epílogo optimista: ¿Hay vida después de la LOGSE?”, donde afirma que “frente al falso paternalismo de la Logse que castra al individuo, y lo reduce a un infantilismo más propio del limbo que de la sociedad a la que tendrá que enfrentarse, la educación es el resorte que nos permite elevarnos por encima de nosotros mismos: aquí está el misterio de esta actividad tan fascinante como laboriosa”.