Frederick Cooper, catedrático en la Universidad de Nueva York, ofrece en este libro un amplio panorama sobre la realidad de África y su devenir, partiendo de los procesos de descolonización e independencia del continente.
En contra de la tradicional división entre las etapas pre y postcoloniales, el historiador norteamericano se centra en las realidades socioeconómicas de los nuevos Estados y resalta la continuidad de muchas de ellas con el sistema colonial. La mejor imagen que define la situación es la de gatekeeper o portero, debido al estrecho control estatal de todas las actividades económicas, especialmente del mercado de materias primas y de productos agrícolas.
Desde mediados del siglo XIX el mapa de África aparece controlado por potencias europeas. Bélgica, Alemania, Italia, Portugal, y especialmente Francia y Reino Unido, extendieron su dominio sobre gran parte del territorio africano y trataron de crear estrechos vínculos entre las colonias y la metrópoli. Todas ellas desarrollaron la idea de pertenencia a un mismo imperio y a sus instituciones. Más tarde muchos jóvenes procedentes de las élites coloniales se educaron en universidades europeas, impregnándose de sus ideas. Algunos de ellos intentaron con más o menos acierto implantarlas en sus países, y lucharon por mejorar en ellos las condiciones de vida. Figuras como Kawame Nkrumah en Ghana, Jomo Kenyatta en Kenia, Julius Nyerere en Tanzania, Sékou Touré en Guinea y Nelson Mandela en Sudáfrica, destacaron en estas luchas.
Dos acontecimientos merecen especialmente la atención de Cooper y a ellos dedica un brillante análisis: los sangrientos enfrentamientos entre hutus y tutsis en Ruanda en 1994, que acabaron en el terrible genocidio que se cobró millares de víctimas, y en el mismo año, las primeras elecciones en Sudáfrica –después de décadas de violencia y un gobierno basado en el apartheid– que marcaron un importante punto de inflexión en la política de aquel país.
Otro aspecto destacado en el libro es la aparición del panafricanismo, que propugnaba la unión de todos los africanos bajo un mismo Estado. En la misma línea, aunque con objetivos diferentes cabe resaltar el movimiento de la négritude (negritud), que afirmaba los valores de la cultura negra y entre cuyos dirigentes destacan los nombres de Aimé Césaire y Léopold Sédar Senghor.
En suma, un libro imprescindible para conocer la realidad del vecino continente.