Salamandra. Barcelona (2003).. 506 págs. 24,50 €. Traducción: Marcelo Covián Fasce.
Historia de la esposa, de Marilyn Yalom, es un ensayo ameno, divertido en algunos momentos, dramático en otros, que trata de explicar el cambio operado en la situación de la mujer en general y de la esposa en particular a lo largo de los siglos. Yalom es académica en el Instituto de Investigación de la Mujer y el Género en la Universidad de Stanford. Autora de Historia del pecho (Tusquets, 1997), ha publicado también Hermanas de sangre, La Revolución francesa en la memoria de la mujer y Maternidad, mortalidad y la literatura de la locura.
Lo que denominamos «la mujer de su casa» no es exactamente igual en todas las épocas históricas. En las sociedades premodernas los trabajos propiamente domésticos distaban de ocupar un lugar preponderante en las actividades femeninas. En las capas populares, las tareas principales de las mujeres se relacionaban más con el exterior (trabajo en el campo, el cuidado de los animales o colaboración en el taller artesano) que con el interior de la casa. El modelo normativo de la mujer de interior se construyó en el siglo XIX.
En este sentido, aunque la obra de Marilyn Yalom pretende conducirse por los raíles cronológicos, el conocimiento que la autora posee de la Antigüedad, el Medievo y la Modernidad es bastante superficial. Se utilizan casi exclusivamente fuentes literarias y de segunda mano. Lo cual se presta al tópico fácil y en todo caso a la mera descripción, con escasa labor interpretativa. Más que Historia de la esposa quizás el libro debiera llamarse Sociología de la esposa, puesto que lo más interesante de él son los últimos capítulos, que están basados casi exclusivamente en encuestas, datos numéricos y porcentajes estadísticos. Aunque la interpretación de dichos datos también es discutible.
La documentación de archivo brilla por su ausencia. Y aunque sabemos por experiencia que este tipo de documentación escasea, eso no quiere decir que no exista. De hecho, en algunos casos de mujeres americanas de épocas relativamente recientes (siglos XIX-XX), cuando la autora utiliza documentación epistolar, aporta datos interesantes. Sin embargo, un tema de esta envergadura requeriría un aparato científico más sólido.
La autora no se inclina por nada salvo por que en tiempos anteriores no había amor «antes de», y ahora todo se hace por amor. Sin embargo, no deja de resultar paradójico que en muchos momentos del libro la autora defienda que el matrimonio es una institución que pervivirá si se dan unas mínimas bases de igualdad, en concreto económica, porque, en realidad, es esta igualdad la que permite «negociar».
¿Razones antropológicas? Ninguna. ¿Razones religiosas? Ninguna. Sencillamente, siempre ha sido así y lo que ha de hacer el matrimonio es adaptarse a los tiempos. Corren vientos de igualdad (económica, por supuesto), pues es inaceptable una actitud de subordinación. Para nada se estudia el hecho, a mi juicio importantísimo, de que la incorporación de la mujer al mercado laboral suponga un progreso para la humanidad, cuando hoy está bien claro que la discriminación femenina ralentiza el desarrollo.
Subyace la defensa implícita de la legalización del aborto como medio de erradicar los problemas de salud que conllevó su ejecución clandestina. Algunas descripciones son un tanto procaces. Es más tolerante con el protestantismo que con el catolicismo. También habría que matizar las traducciones del Nuevo Testamento que utiliza.
María Antonia Bel Bravo