El alemán Grimm (1896-1950) participó en la Primera Guerra Mundial. En 1928 publicó está novela pacifista que luego fue considerada antigermánica por los nazis. Se quemaron todos los ejemplares menos uno que escondió el autor tras una pared de su casa. Ahora se recupera el libro en Alemania, ochenta y cinco años después de su primera publicación y en el centenario del inicio del conflicto bélico.
Schlump es un joven avispado que acude a luchar en Francia. Quiere un uniforme, sobre todo, para conquistar chicas, y va alegremente de aventura en aventura, ayudando en lo que puede a los demás en su primera etapa en retaguardia. Hasta que aterriza en la guerra real que Grimm describe con escenas surrealistas y macabras. Cuatro años después, es un héroe de cuento virtuoso que ha pasado por el infierno y casi pierde su fe en el bien.
El libro, que no llegó a ser tan famoso en su día como Sin novedad en el frente (Remarque) o El caso del sargento Grisha (Arnold Zweig), supuso un punto de inflexión en la descripción costumbrista y veraz de la guerra. Ofrece una visión paródica, pro-francesa, picaresca y transgresora que no gustó nada a las autoridades. Los soldados alemanes son descritos de forma poco heroica (“A las trincheras solo van los tontos”), la estrategia militar es presentada como torpe y estúpida, y el Káiser como un cobarde. Toda la guerra en sí es un absurdo chiste brutal. Un retrato crudo y nada idealizado donde solo importa sobrevivir. El relato muestra con acierto cómo ven la guerra los que realmente la hacen.
Esta es la singularidad de la obra, más allá del oportunismo circunstancial de su recuperación y la peripecia extra-narrativa del texto. Un libro por lo demás entretenido, aunque no especialmente original (el miedo, las heridas, recuerdos, historias narradas por unos y otros, pequeños romances), ni profundo (nada más allá de la tesis de que el individuo –y su sufrimiento- no son nada al lado del pueblo –y su honor-).
