Los autores de este libro magníficamente editado logran un acercamiento muy sugestivo a un asunto no especialmente novedoso que requería aunar las ciencias jurídica y cinematográfica con un enfoque riguroso y ameno a la vez. Soto (ex magistrado del Tribunal Supremo español) y Fernández (periodista y crítico de cine en el grupo Recoletos) abordan un puñado de películas que tratan con solvencia y buen pulso narrativo grandes cuestiones del Derecho.
Entre las 21 películas seleccionadas se incluyen clásicos del género como «Anatomía de un asesinato» (Otto Preminger, 1959), «Matar un ruiseñor» (Robert Mulligan, 1962), «Doce hombres sin piedad» (Sidney Lumet, 1957), «La costilla de Adán» (George Cukor, 1949) o «Falso culpable» (Alfred Hitchcock, 1957). También hay aportaciones más recientes de Hollywood, como «La tapadera» (Sydney Pollack, 1993) o «Acción civil» (Steven Zaillan, 1998). Hay espacio para filmes emblemáticos en los que, aunque el proceso judicial no llene el metraje, el contenido es muy significativo, como «Ladrón de bicicletas» (Vittorio de Sica, 1948), «En bandeja de plata» (Billy Wilder, 1966) o «El cabo del terror» (Jack L. Thompson, 1962). Las contribuciones españolas son «El crimen de Cuenca» (Pilar Miró, 1979) y «Muerte de un ciclista» (Juan Antonio Bardem, 1955). Los restantes títulos son «El proceso Paradine», «Pena de muerte», «Quiero vivir», «Testigo de cargo», «Un hombre para la eternidad», «Un plan sencillo», «Vencedores y vencidos», «Veredicto final» y «Visto para sentencia».
Sorprende la amenidad y el rigor de un libro que contentará tanto al aficionado al cine sin especiales conocimientos jurídicos como al jurista sin especial bagaje cinematográfico. Pero la prueba de fuego era hacer un libro que enganchase al lector con buena base en los dos ámbitos. Los autores lo logran gracias al aplomo con que afrontan sus respectivos cometidos: los comentarios cinematográficos son bastante ponderados y están muy situados en el contexto; y la glosa jurídica propone con tino numerosas cuestiones que ayudarán a ver la película de otra manera.
Alberto Fijo