Como puede sostenerse que una pintura de Vermeer es «protestante»? ¿Qué tienen de protestante una mujer leyendo una carta frente a una ventana, un paisaje urbano sereno, el silencio de una casa que se asea? Para Bozal, el protestantismo de este arte consiste en reflejar la «vida corriente», frente a la de personajes de vida atípica, como los eclesiásticos, y en poblar las reproducciones de las nuevas iglesias desornamentadas por la Reforma con anécdotas que en el mundo católico serían irreverentes.
Vermeer –quien, sin embargo, se hizo católico al contraer matrimonio– y los otros pintores de Delft dan un giro desde la pintura de género –aquella que representa escenas populares– hasta la alegoría entendida a la manera nórdica, esto es, que tiene en cuenta tanto la capacidad simbólica de las figuras como las figuras mismas: son dos cosas a la vez y por entero, mientras que en el barroco católico, el símbolo y la admonición priman. La distinta mirada a la que quiere llevarnos Bozal –y que nace en ese momento– es el objetivo de su exposición, vertebrada como una serie de clases con introducción contextualizadora y desarrollo a través de los motivos tratados por ese autor de pintura críptica y silenciosa, sobre todo silenciosa.
Si por «enseñar a ver» podemos entender, parcialmente, revivir inexorablemente lo explicado cada vez que observamos la obra, seguro que muchos lectores aprenden a ver a Vermeer con este libro. Bozal ya ha dicho cosas muy interesantes sobre el maestro de Delft, con la prudencia extrema que exige la escasa documentación y que le aleja del ensayo a la vez que restringe el vuelo de su demostrada capacidad analítica.
Johannes Vermeer de Delft es un libro que inicia una nueva colección, Aficiones, cuyo principal inconveniente prometen ser sus ilustraciones, en una editorial que las cuida mucho, y que, por el mismo precio, podría incluir muchas más.