Lukacs, historiador norteamericano de origen húngaro nacido en 1924 y afincado en Estados Unidos desde 1946, es el autor de esta sugestiva y documentada interpretación de los avatares políticos y estratégicos que condujeron a la invasión de Rusia por parte de Alemania el domingo 22 de junio de 1941.
La estructura del libro, su aplomo, rigor y amenidad, recuerdan a los que Lukacs usó en Cinco días en Londres. Mayo de 1940. Churchill solo ante Hitler, en el que se rinde homenaje al genio y tesón del primer ministro británico, al que considera el gran estadista del siglo XX y salvador de la civilización occidental.
Lukacs va la grano y hay que agradecerle que ahorre la paja a los lectores ya iniciados en las líneas maestras de los grandes estudios sobre los líderes de las potencias contendientes en la Segunda Guerra Mundial y sobre las encrucijadas político-militares del devastador conflicto. En este sentido, Lukacs considera que el libro (publicado en 2006) tiene un especial interés por la posibilidad que tuvo de acceder a los archivos rusos.
Al hilo de la amena lectura -Lukacs es un excelente escritor- surgen algunas claves que permiten enfocar de manera distinta asuntos muy debatidos desde el punto de vista historiográfico. En este sentido, son inteligentes las consideraciones sobre la personalidad de Stalin. «Sus brutalidades, no fueron las de un marxista dogmático sino las de un caudillo caucásico», dice.
En suma, un buen libro de un destacado historiador especializado en la Segunda Guerra Mundial. Lukacs se caracteriza por su reconocida anglofilia, por su aprecio del catolicismo en el que fue educado como configurador de los valores de la civilización occidental y, en suma, por su pavor frente al populismo. Según él, éste vino a quebrar la azarosa transición del elitismo aristocrático al democrático, concepto este último muy apreciado por Lukacs, heredero en este punto de la postura tradicional del inevitable Tocqueville.