Al menos desde Kant, la filosofía se ha de enfrentar a dos hechos igual de luctuosos: la desaparición paulatina de la metafísica y el relativismo estético. Y a pesar de que el origen común de ambas desgracias debería habernos obligado a pensar en su estrecho vínculo, no hay muchos que hayan explorado la relación que guarda nuestra inquietud por el ser y nuestra sensibilidad ante la belleza. Sí lo hace, con profundidad y entusiasmo, Jean Grondin, a quien hay que reconocerle el mérito de porfiar, con una insistencia fuera de lo común, en la inexorabilidad del pensar metafísico, en tiempos pocos propicios para el heroísmo filosófico.
En efecto, lo queramos o no, explica este discípulo de Gadamer, siempre nos movemos en un horizonte de comprens…
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