Roger Scruton, filósofo británico y experto en estética, critica con inteligencia esa simpleza, instalada desde hace mucho en Occidente, de que cada cual entiende la belleza y el arte a su modo, porque no hay criterios con una mínima objetividad. Arte será lo que yo diga.
En este libro se asocia la belleza, considerada una dimensión del mundo y cuyo sentido sería inextinguible en el ser humano, con otras dos grandes líneas: la de lo sagrado y la del deseo sexual, este último entendido como algo inseparable de algunas formas de amor, y que es degradado, como aclara Scruton, en la pornografía.
Las limitaciones filosóficas de Scruton le llevan a veces a afirmaciones de tipo sociológico. Además, como suele ocurrir en Occidente, se mira solo a nuestra experiencia, saltándose la obviedad de que el mundo es más amplio. Mucho más interesante es la conexión que establece entre religión, sacrificio y arte.
En cuanto a que todo vale en arte, el libro podría haber dedicado algún espacio al mercado del arte que, en cierto modo, sustituye muchas veces a la crítica especializada, cuando no la compra. Otro tema, en mi opinión muy poco tratado en este libro, es el de la relación de la belleza con el mal, con la representación del mal. Aquí aparece muy de paso, con unos pocos párrafos no muy enjundiosos.
Pero el valor principal del libro, que compensa con mucho los pequeños defectos, es el comentario a los ejemplos de belleza y arte, como la iglesia de Santa Maria della Salute, en Venecia, la ópera El rapto en el serrallo, de Mozart o la célebre Silla, de Van Gogh. Es en estas páginas donde se muestra la maestría en la crítica y el saber ver en las obras lo que ya está ahí pero se necesita descubrir, precisamente con sentido estético. Además, con el buen estilo y la amenidad que caracterizan a este autor.
Y en cuanto a la vulgaridad de que “todo es arte”, basta una prueba: que den a elegir a alguien con suficiente cerebro entre llevarse a casa, por ejemplo, una Madonna de Rafael o la última ocurrencia de la última vanguardia de la postvanguardia.