Nacido en Cartagena, Pérez-Reverte ha sido siempre amigo del mar. Desde que de pequeño buceaba para sacar fragmentos de barro arqueológico, hasta su época juvenil de tripulante de petroleros, ha sentido siempre la atracción por el misterio de la profundidad y la lejanía del horizonte. Ahora, en esta novela ha querido plasmar la fascinación de la aventura que el mar abierto sugiere, encuadrándola en el desafío que supone descifrar una antigua carta náutica y sacar un tesoro de un navío, supuestamente hundido en aguas de Murcia en 1767.
La obra está concebida como una novela de aventuras, al estilo de Stevenson o Conrad, y también como un moderno relato de intriga, bastante susceptible de versión cinematográfica. El personaje central, Coy, un marino mercante en paro, ya no joven y desilusionado, es una figura literaria en la línea de los clásicos a los que el autor quiere, a través de él, rendir explícito homenaje. Sin embargo, el argumento se vuelve hacia circunstancias muy actuales y tiene un desarrollo en el que la tradición alterna con bastantes concesiones a los intereses comerciales. El romanticismo es evidente en algunos aspectos de la trama, pero en otros se impone la técnica del best seller, combinación no siempre afortunada.
La firma de Pérez-Reverte garantiza un estilo ameno y ágil, de cómoda lectura, aunque algo sobrecargada de términos náuticos, y una acción dinámica y variada, con abundantes cambios de escenario y ambientación sugerente. A esto se añade el conocimiento experimental de los temas que trata y una hábil dosificación en las manifestaciones, concretas y breves, del fondo erótico que impregna la trama. Sin embargo, en medio de la distracción constante, el recuerdo de nombres como Hermann Melville queda borroso en la distancia.