Diane Wei Lang (Pekín, 1966), estudió en Estados Unidos y ahora reside en Londres. Une el conocimiento de la mentalidad occidental y sus raíces chinas en un tipo de relato, el policíaco, que se presta no sólo a dar forma a una trama intrigante sino a describir un país, una ciudad, unos habitantes.
La oscura sombra de la revolución maoísta, las diferencias sociales, la corrupción de los miembros del Partido, el sistema de influencias, el temor al Estado y su aparato, etc., son algunos de los temas recurrentes en sus novelas, también en ésta, el tercer caso de la detective Mei Wang. Y junto con ello, Wei Lang incorpora la descripción de la gran ciudad, Pekín, con sus problemas de trafico, sus variados habitantes, la pobreza de unos y el lujo de las fiestas medio prohibidas de otros. Curiosamente, la autora habla también de la férrea política del hijo único china y el trauma que supone para los padres; un dato más de la crítica social que contiene el libro.
Mei Wang es una joven detective privada –profesión prohibida, pero tolerada– que recibe a través del abogado Wudan el encargo de investigar al señor Li, representante de la Casa del Espíritu Dorado –empresa de medicinas china famosa por las píldoras para curar corazones rotos–, ya que piensa que le está estafando. Aparentemente el caso parece sencillo, pero pronto sugen las mafias y un sistema de gobierno corrupto que lo complica todo. La trama se complica con el asesinato de un agente de otra empresa de detectives y unas prostitutas de lujo, etc.
La casa del espíritu dorado, a diferencia de las novelas anteriores –El ojo de jade y Mariposas para los muertos-, es el caso más duro con el que se enfrenta la detective Mei Wang.
La novela es ágil, con una buena estructura y engancha al lector con una trama bien llevada, aunque la resolución del caso sea quizás lo de menos. Los personajes desvelan poco a poco su complejidad, lo que contribuye a que la acción sea cada vez más trepidante.