Península. Barcelona (2004). 269 págs. 19,50 €. Traducción: Miguel Martínez-Lage.
El novelista inglés David Lodge (Londres, 1935) es también autor de interesantes ensayos sobre teoría de la literatura. El más conocido es «El arte de la ficción» (ver servicio 46/99), en el que de una manera divulgativa reflexiona sobre la creación literaria; el libro contiene consejos y reflexiones muy útiles para todos aquellos que sientan interés por la práctica de la literatura.
«La conciencia y la novela» es un libro bastante más especializado y, por ello, más técnico. Lo componen un conjunto de ensayos de temas variados; los dos más largos son los que dan título a este libro, que se completa con una serie de excelentes comentarios dedicados a escritores clásicos y contemporáneos ingleses y norteamericanos -Dickens, Forster, Evelyn Waugh (uno de sus autores preferidos)…-, a las versiones cinematográficas de las novelas de Henry James , y a la última novela de Philip Roth, «El animal moribundo». Finaliza con una entrevista que le hicieron después de publicar «Pensamientos secretos», libro en el que dio forma literaria a las preocupaciones estéticas y teóricas sobre el tema de «La conciencia y la novela». Lodge es un investigador singular, pues sus agudas reflexiones teóricas se apoyan en su experiencia como escritor, lo que da a estos textos un novedoso y práctico punto de vista.
Para Lodge, el siglo XX abandona la amplia perspectiva de la novela decimonónica para centrarse en el individuo concreto, cuya voz adopta el narrador. El mundo de la ficción reduce así sus posibilidades pues ya no existe el reto de retratar la realidad sino sólo de manera parcial y fragmentaria. Esto ha provocado a la larga una manifiesta desconfianza hacia la ficción que se traduce en la proliferación de novelas basadas en hechos reales y en el auge que vive la literatura memorialística. En este primer ensayo, Lodge reflexiona sobre la conciencia literaria utilizando como fuentes, más que la propia literatura, las ciencias cognitivas y la inteligencia artificial.
Para Lodge, el novelista actual debe recuperar la voz narrativa porque él sí es «capaz de transmitir una vívida sensación de lo que supone la conciencia», mucho más que otro tipo de experimentos. La obsesión por la primera persona no ha sido, sin embargo, muy fructífera, pues salvo excepciones, la literatura se ha encerrado en sí misma y ha perdido su función de espejo y análisis de la realidad.
Adolfo Torrecilla