Kreshev es una pequeña ciudad ucraniana, un shetl en el que Satanás lleva a cabo una de sus acostumbradas jugarretas. El mismísimo Espíritu del Mal lo cuenta en este libro de Isaac Bashevis Singer (1904-1991), un escritor polaco hijo y nieto de rabinos, que emigró a Estados Unidos en 1935 y obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1978.
Reb Búnim es un comerciante, el hombre más rico de Kreshev. Cuando su hija Lise cumple quince años, le da a elegir entre dos pretendientes. Ella se inclina por el pobre e intelectual Shlómeile, que se sabe el Talmud de memoria pero que dilapida su inteligencia a causa de un carácter muy retorcido. La religión es, para él, un mero instrumento para traspasar los límites del conocimiento. Obsesionado con el estudio de la Torá y la Cábala, Shlómeile reinventa los principios morales sobre los que se asienta su matrimonio e induce a su mujer a tener relaciones sexuales con un apuesto cochero llamado Mendl. “¡Todo está permitido!”, le argumenta en su desvarío, a la manera de Karamazov. “Si esta generación no puede ser toda ella virtud, que sea toda ella pecado”.
En esta breve y compleja novela aparecen muchos de los motivos de la obra de Singer, un autor que escribió gran parte de su obra en yiddish -el jurado del Nobel reconoció la honda raíz del judaísmo polaco en su narrativa pero, a la vez, la universalidad de su mensaje-. Singer advierte aquí de los peligros de la inocencia y la manipulación de la mente, de las miserias de la superstición y el fanatismo religioso, del exceso de celo y de la incapacidad de perdón y, por encima de todo, de la frialdad del racionalismo, que se halla en el origen de todos los movimientos totalitarios del siglo XX. “De tanto pensar y repensar -qué debía estar arriba y qué abajo, qué delante y qué detrás-, su naturaleza se había pervertido y lo que a él le producía placer, a cualquier otro le haría sufrir”, dice el narrador, el Diablo, sobre el protagonista.