Tusquets. Barcelona (1984). 301 págs. 1.800 ptas.
El reciente estreno de la película La edad de la inocencia (servicio 27/94) y la edición de una de sus novelas más desconocidas, Ethan Frome, han vuelto a poner de actualidad la literatura de Edith Wharton (1862-1937).
En La edad de la inocencia -Premio Pulitzer en 1920- continúa, al igual que hizo en Vieja Nueva York (servicio 163/89), su disección irónica, pero comedida, de la alta sociedad norteamericana de finales del siglo pasado. Es una sociedad que vive amarrada a un mundo de convenciones formales. «Hacemos lo que hacemos porque es lo correcto», dice uno de los personajes para quien la vida es la repetición cíclica de los indicadores sociales y las etiquetadas costumbres.
En este mundo rígido irrumpe la personalidad exótica, espontánea y desbordante de Ellen Mingott, la condesa Olenska, víctima de una matrimonio fracasado. Su agitado pasado será puesto en tela de juicio por los guardianes de la etiqueta, y sólo verá una cierta comprensión en la figura de Newland Archer, comprometido ya en matrimonio con May Welland. Los dos vivirán una intensa pasión amorosa que no podrá romper la barrera impuesta por la sociedad.
La pasión por el detalle convierte la prosa de Edith Wharton en un minucioso cuadro en el que quedan atrapados hasta los más leves gestos y ambiciones. Abundan en la novela los personajes femeninos planos y artificiales: para la autora, estos personajes «vivían en una especie de mundo críptico, donde lo verdadero jamás se decía ni hacía, ni siquiera se pensaba, sino que simplemente se representaba…».
Las dos novelas, aunque guardan afinidades temáticas como el deseo de cambio y la instauración de la desdicha, son dos buenos ejemplos de la capacidad de la autora para enfrentarse, con una gran calidad literaria, a estilos y argumentos muy diferentes.
Adolfo Torrecilla