Aunque las investigaciones sobre la niñez en la Antigüedad están en auge, hay muy pocos estudios en español que analicen la infancia en el Imperio Romano de una manera tan sistemática y completa como la que realiza aquí José María Sánchez Galera. Comienza examinando cómo era el niño para la mentalidad y la sensibilidad de la Roma clásica, donde el final de la infancia, a grandes rasgos y al menos para las chicas, se situaba en torno a los doce años. Recorre los ámbitos de la familia, el nacimiento, los juegos –a los chiquillos les gustaba jugar con nueces–, la confitería, la educación, etc., acercando al lector a la vida cotidiana de los romanos.
Era un mundo complejo, con no pocas contradicciones, donde existía la ternura hacia los niños, pero también donde algunas capas sociales aceptaban la pederastia, los niños sufrían los violentos castigos de un maestro malhumorado o los padres tenían el derecho sobre la vida de los hijos, de modo que podían abandonarlos o venderlos como esclavos.
Sánchez Galera analiza a continuación cómo la llegada del cristianismo supuso un cambio lento pero constante para la mentalidad de la época. Modificó el modelo familiar, que pasó de tenerse por una institución asentada en la voluntad del señor de la casa, a concebirse como una imagen de la entrega amorosa de Dios; también potenció la dignidad de los niños –incluso de los que estaban por nacer–, cuya vida pasó a tener un valor en sí misma. Esta nueva religión, que hablaba de un Dios hecho un bebé desvalido o de que para salvarse era necesario hacerse como niños, fue produciendo cambios legales, por lo general a través de emperadores cristianos o muy influidos por el cristianismo, si bien las grandes alteraciones no fueron meramente jurídicas, sino de una naturaleza mucho más profunda.
Uno de los aspectos más relevantes de esta obra radica en su metodología. El autor se basa en las fuentes antiguas, conjugándolas con aportaciones tanto de la historia como de la filología: maneja desde investigaciones arqueológicas hasta textos originales no sólo de autores clásicos, sino también de personas corrientes. Presta atención en todo momento a la terminología latina específica y contrasta las diferentes opiniones de los estudiosos sobre las cuestiones más controvertidas. El libro ofrece además numerosas imágenes bien referenciadas, así como una amplia bibliografía.
Esta obra acerca al lector a la complejidad de la infancia en el mundo antiguo, que, en muchos aspectos, no es tan lejana. Como dice Gregorio Luri en el prólogo, “quizás los lectores más jóvenes, que son hijos de un tiempo que ha roto tantas amarras con el pasado, puedan creer que este libro trata de tiempos remotos. Pero eso sólo indicaría lo lejos que están de la infancia de sus abuelos”.