El Acantilado. Barcelona (2000). 337 págs. 3.250 ptas. Traducción: Adan Kovacsics.
Zweig (Viena, 1882-Petrópolis, Brasil, 1942) es, todavía hoy, uno de esos pocos escritores cultos que han logrado ser populares en distintos idiomas y países. Conocido sobre todo por sus biografías y sus novelas cortas, Zweig fue uno de los integrantes de la alta cultura vienesa de los primeros decenios del siglo. En vida fue conocido y apreciado, pero la pujanza nazi lo llevó primero a huir de su tierra, y luego al suicidio junto a su mujer en Brasil.
La embriaguez de la metamorfosis, una de las pocas novelas largas de Zweig, solo se publicó tras su muerte. Sin excesivos alardes ni experimentalismos, Zweig escribe una novela que puede devolver el gusto por la novela más clásica, si acaso se había cometido el error de olvidarla.
Zweig relata la vida miserable de una joven, Christine Hoflehner, que trabaja como funcionaria de Correos en un olvidado pueblo del Tirol. Christine no se da cuenta de esa miseria de su vida hasta que unos ricos parientes la llevan de vacaciones a una lujosa estación de verano en Suiza; un ambiente de elegancia centroeuropea al que la joven pobre no tarda en acostumbrarse. Todo es fácil allí, los vestidos son ligeros y caen con suavidad, los caballeros son ingeniosos y galantes, y ella encandila a todos con su inocencia y su belleza. Las vacaciones, sin embargo, terminan bruscamente, y la muchacha deberá volver al ingrato pueblo, tan lejano de la frivolidad mondaine que ha conocido. Consumida de tristezas, luchará por volver a un mundo que no le debería estar vedado.
Quizá por encima de la compensada estructura de la novela, lo que más resalta en Zweig es su cuidado por los mínimos movimientos sentimentales, su delicadeza al ahondar en el dolor, su, en definitiva, excepcional finura psicológica. Zweig no se demora demasiado en la descripción del lujo idílico del hotel alpino, con lo que se aleja de la «novela centroeuropea». Tampoco pormenoriza demasiado el novelista austriaco los detalles míseros que encuentra en el pueblo la joven, con lo que se aleja de la tentación del naturalismo; así, lo más peculiar de este libro es que pueda ser una novela de formación de una chica que termina por ser… una heroína, según el estilo de las grandes novelas realistas con protagonista femenina.
Esta «entretenida novela» tiene algo más que la convencional maestría técnica que se puede pedir a un escritor como Zweig: al igual que en las novelas grandes, todo -la mezcla de sucesos e introspección, los ambientes y los caracteres, la tensión y el ritmo-, todo, está pensado para decir algo de un alma, de una vida.
Pedro Antonio Urbina