Huerga & Fierro. Madrid (2005). 212 págs. 14 €.
Javier Orrico, catedrático de Lengua y Literatura de Bachillerato, es jefe del departamento de Orientación en un instituto público. Hace años fue editorialista y columnista de «Diario 16» de Murcia; en la actualidad es columnista del diario «La Opinión». En «La enseñanza destruida» ha reunido sus colaboraciones sobre la educación en España. Anécdotas y motivos no le faltan, pues desde que en 1990 se aprobó la LOGSE, la enseñanza y el debate sobre las leyes educativas ha sido noticia casi a diario.
La obra ofrece un crítico análisis de la evolución hasta la situación actual, que el autor no ve con buenos ojos. Orrico no se anda con contemplaciones y denuncia en estas páginas lo que otros muchos -sobre todo por motivos políticos- han callado durante años. Para él, la LOGSE es la culpable del bajo nivel educativo actual y el proyecto de la Ley Orgánica de Educación (LOE), todavía en trámite, es una reedición de aquella fórmula.
Los que apoyaron la LOGSE vieron en ella, más que una ley de educación, un instrumento para el cambio político. Para ello, utilizaron la enseñanza a su antojo, especialmente los centros públicos, a los que convirtieron en conejillos de indias para sus experimentos antropológicos. Los resultados están ahí (basta con remitirse al último Informe PISA), aunque los partidarios de la LOGSE se empeñan en camuflar la realidad, recurriendo a la habitual demagogia que tiene como blanco de sus críticas los centros privados y concertados.
Orrico emplea un lenguaje directo, sincero, crítico, alejado de la jerga pseudopedagógica que se implantó en la educación a partir de la LOGSE. Los profesores conectarán con este análisis a ras de suelo, pues a Orrico sólo le interesa mejorar la calidad de la enseñanza criticando lo que no va bien: no le mueve ni el interés político ni sindical. Su deseo es que los centros públicos vuelvan a recuperar el prestigio perdido, por culpa sobre todo de la izquierda, que ha utilizado la enseñanza como si se tratase de un territorio propio. Sin embargo, en algunos de sus juicios se aprecia un desconocimiento de la realidad (educativa, profesional y laboral) que se vive en los centros privados y concertados.
Adolfo Torrecilla