Desde que en 2001 viera la luz Eutanasia y vida dependiente (ver Aceprensa 50/01), se han producido, a juicio de José Miguel Serrano, algunos acontecimientos que justifican y explican el interés creciente en torno a la eutanasia. Según el autor, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Complutense y experto en bioética, esta práctica se presta muy bien a las interpretaciones ideológicas, de tal forma que el debate termina siendo orquestado por algunos grupos de presión, en menoscabo de la propia calidad de las argumentaciones.
El libro enfoca el problema desde la perspectiva jurídica. Se insiste en que la legalización de la eutanasia supone el reconocimiento por parte de los sistemas jurídicos de una situación de excepcionalidad incompatible con los principios fundamentales del Derecho, entre ellos el de la protección universal de la vida humana, de modo que en esencia constituye “una negación de lo jurídico”. Sin embargo, esto -aunque de por sí grave- no es más que una consecuencia superficial de un error mucho más profundo que afecta al concepto mismo de Derecho. En efecto, la admisión de esta práctica en países como Holanda o Bélgica ha puesto de manifiesto la instrumentalización partidista de la legislación, provocando la pérdida de una de las funciones del Derecho: la protección de los ciudadanos frente a los abusos del poder y la defensa de los más débiles. Lo que resulta en menoscabo de la seguridad jurídica de todos, afectados o no de forma directa.
De rondón se introduce una asimetría social ciertamente inquietante. Las expresiones “calidad de vida”, “vida que merece ser vivida”, etc., no son sino criterios arbitrarios con los que la opinión pública puede acabar arrogándose el privilegio de decidir sobre la vida ajena, en el sentido de que se puede crear -y de hecho así sucede en los lugares mencionados- una presión social insoportable sobre los enfermos. Además, de acuerdo con la teoría de la pendiente resbaladiza (ver Aceprensa 43/07), también se ha demostrado que lo que en un principio se piensa como un remedio extraordinario termina convirtiéndose en una práctica incontrolada.
La eutanasia no es un ensayo dirigido exclusivamente a especialistas; de hecho, para quienes se acerquen por primera vez a estos temas puede resultar especialmente útil porque aclara conceptos y se diluyen ambigüedades. Se inscribe en esa línea que llama la atención sobre las incoherencias de una moral pública sentimentalista, sin referentes sólidos, que puede llegar a justificar la eutanasia por motivos “humanitarios”, aunque ello deteriore el entramado ético de la sociedad. Frente a este planteamiento, Serrano propugna restaurar el respeto a la dignidad de todo ser humano, con independencia de sus características, en las actuaciones de los poderes públicos.