Serguey Dovlátov nació en Ufá (en los Urales) en 1941. Fue expulsado de la Universidad y trabajó como periodista en Tallin (Estonia) de 1973 a 1976, experiencia que contó en su divertidísimo libro El compromiso. En este libro, con ejemplos desternillantes, Dovlátov se burla de los métodos comunistas aplicados al periodismo. Se exilió en 1979 y se instaló en Nueva York, donde siguió teniendo problemas con su galopante alcoholismo.
Aunque en 1977 había publicado El libro invisible, es a partir de la década de los ochenta cuando se consagra como escritor. Publica El compromiso (1981), Zona. Apuntes de un guardián (1982), Los nuestros (1983), Oficio (1985), La maleta (1986), La extranjera (1986) y La filial (1990). Como escribió el premio Nobel ruso Joseph Brodsky, Dovlátov renunció a la tradición trágica de la literatura rusa y a su autocomplaciente patetismo. Heredero de la mejor literatura humorística soviética, optó por la ironía y el sarcasmo para enfrentarse con la realidad. Pero hay también un enorme peso moral en sus libros, donde se aprecia la influencia de dos de los grandes autores de la literatura rusa, Pushkin y Chéjov, además de la literatura contemporánea norteamericana.
La extranjera arranca, como toda su obra, de su propia vida. El libro está ambientado en el barrio de Nueva York de Brighton Beach, en el que la mayoría de los habitantes eran emigrantes rusos. Los primeros capítulos los dedica a hablarnos de sus vecinos y de la atmósfera tan singular que se vive en el barrio. Todos los residentes se vieron forzados a abandonar la Unión Soviética por cuestiones políticas; todos menos Marusia, la protagonista, que tras una juventud caprichosa, un matrimonio fracasado, un hijo y una buena vida, decide abandonar su país sin ninguna causa aparente. En Nueva York no consigue lo que quiere, y Marusia, harta de dificultades, está decidida a regresar a Rusia. Sin embargo, gracias a la constancia de su nuevo novio, un inmigrante latinoamericano, las cosas empiezan a arreglarse.
Dovlátov es brillante en muchos aspectos: maneja un estilo lacónico, muy eficaz para la ironía; los personajes están tomados de la vida misma; su sentido del humor es imprevisible. La vida de Marusia es, además, una excusa para explicar las contradictorias sensaciones de los emigrados rusos, que no consiguen integrarse en la vida americana pero que recuerdan con pavor el paraíso comunista. Casi al final del libro, Dovlátov, que es también un personaje más de la novela, explica como de pasada la clave de su poética: “Porque no me encuentro en condiciones de hablar sobre lo bueno. Porque sólo se nos ocurre descubrir en todas partes lo ridículo y lo humillante, lo estúpido y digno de lástima”.