La autora es filósofa y teóloga, buena conocedora del pensamiento tomista y enseña en la actualidad en el Instituto Juan Pablo II de Melbourne (Australia). Tal vez lo más novedoso de este ensayo sea su toma de postura respecto al agustinismo declarado de Joseph Ratzinger. Sostiene Rowland, en primer lugar, que se trata de un agustinismo no maniqueo, muy distinto del que podrían tener otros autores, como por ejemplo el mismo Lutero. A su vez, este agustinismo no supondría una oposición al tomismo, sino más bien al “tomismo transcendental de Karl Rahner”. Nos encontraríamos pues ante un “‘tomismo augustiniano’ de Henri de Lubac, combinado con la teología de la historia de von Balthasar”.
El estudio consiste en un texto de teología en diálogo con Ratzinger, en el que se incluye además a otros muchos autores no solo del tomismo actual, sino también de la Radical Ortodoxy inglesa y de otras corrientes del pensamiento anglosajón. Es esta otra virtud del libro: que sitúa el pensamiento de Ratzinger-Benedicto XVI en un contexto tal vez menos conocido para el lector de habla hispana. De lo anterior se desprende la advertencia metodológica de que la profesora australiana combina los textos del teólogo alemán con los del magisterio pontificio del Papa actual.
Tras una introducción histórica bastante original, Rowland se ocupa de seis grandes temas en la teología de Ratzinger. En primer lugar, la relación entre Cristo y el mundo a tenor del Vaticano II. Después, la relación entre revelación, Escritura y tradición (uno de los grandes temas de Ratzinger); la centralidad del amor y la verdad en su pensamiento (la Deus caritas est y la crítica a la “dictadura del relativismo”); la idea de communio en la eclesiología ratzingeriana y la “reforma de la reforma” litúrgica auspiciada por el autor alemán. En estos apartados se contienen afirmaciones útiles y valientes que, sin embargo, admiten también otras interpretaciones.
El texto concluye con dos textos significativos: el discurso pronunciado en Subiaco días antes de ser elegido Papa, y el famoso discurso de Ratisbona. La traducción es excelente, si se exceptúan los títulos de las obras del autor comentado y ya publicadas en castellano.