En 1957, Mao Zedong impulsó en China lo que se denominó como el Gran Salto Adelante, un conjunto de medidas que se aplicaron en la agricultura y en la industria con el fin de transformar las estructuras económicas y alcanzar el nivel de Gran Bretaña en un periodo de menos de quince años. Sin embargo, como se dice en este monumental ensayo, premio Samuel John-son en 2011, el experimento culminó en un gran fracaso; de ahí el subtítulo del libro: “Historia de la catástrofe más devastadora de China (1958-1962)”.
Dikötter (Holanda, 1961), catedrático de Humanidades en la Universidad de Hong Kong y profesor de Historia Moderna de China en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, es autor de otros ensayos dedicados también a la historia de China en el siglo XX. Para Dikötter, estamos ante un desastre mal conocido, que no puede reducirse, como se ha hecho a menudo, a una trágica consecuencia “accidental” de una serie de programas económicos mal concebidos y ejecutados. En muchos libros, citando fuentes chinas, se mencionan unos 30 millones de fallecidos, pero este autor holandés, y otros historiadores occidentales y chinos, aumentan la cifra hasta los 45 millones de personas que “murieron innecesariamente entre 1958 y 1962”.
Pese a las restricciones impuestas a los historiadores occidentales, Dikötter ha podido acceder a numerosos documentos gracias a una nueva ley de archivos. El libro detalla el alcance de la destrucción que se dio en la agricultura, la industria, el comercio, la vivienda y el entorno natural. A pesar de recibir informes negativos sobre los resultados de las cosechas en todas las provincias, Mao consideró que lo que estaba sucediendo era culpa de los contrarrevolucionarios, que estaban impidiendo que se cumpliesen los objetivos. A la vez que el hambre se extendía por todo el país, en el campo y en las ciudades, Mao, obsesionado con las conspiraciones, puso en marcha unas purgas feroces en la sociedad y en el Partido que impidieron cualquier atisbo de crítica.
A partir de 1961, cuando las consecuencias de la gran hambruna no podían ya ocultarse (como se había hecho durante años), Mao fue duramente criticado por otros líderes. Poco duró la tranquilidad en el país, pues en 1966 Mao desató precisamente las grandes purgas de la Revolución Cultural para eliminar las voces críticas del Partido que se habían opuesto al Gran Salto Adelante. Y es que para Mao, “la Revolución no es un guateque”.