La australiana Kate Morton (1976) es una de las escritoras con más éxito en la actualidad. Ha vendido más de once millones de ejemplares de sus novelas. A La casa de Riverton (2006) le siguieron El jardín olvidado (2008), Las horas distantes (2010), El cumpleaños secreto (2012), El último adiós (2015) y, ahora, La hija del relojero.
A Morton le obsesiona plasmar la conexión del pasado con el presente, y su modo de narrar presenta características similares en todos sus libros. Destaca una ambientación al estilo de la clásica literatura histórica inglesa, con mansiones antiguas y escenarios misteriosos, algo fantasmagóricos en ocasiones, y bien descritos.
En esa atmósfera sitúa sagas familiares con dramas, amores y secretos ocultos protagonizados casi siempre por mujeres. Su mirada se detiene en detalles, recuerdos, palabras o sentimientos capaces de sembrar intriga. Todo enhebrado en varios planos temporales que avanzan y retroceden, a lo que se añade cierto toque gótico, elegancia formal y un pronunciado romanticismo.
La hija del relojero es una ambiciosa trama desarrollada en Londres en dos planos narrativos –a lo largo del siglo XIX y el XX– y gira en torno a una enigmática mansión unida a la trayectoria de Elodie, una joven archivista que descubre un sorprendente objeto. Este hallazgo desencadena una serie de enredos hábilmente trenzados en torno a la protagonista.
Kate Morton es fiel a sí misma y a los recursos narrativos que le gustan sin salirse de los raíles que ella misma se ha marcado. Y, hasta ahora, el resultado ha sido una fórmula de éxito.