Siruela. Madrid (1993). 111 págs. 1.950 ptas.
Cees Nooteboom ha ganado recientemente el Premio Europeo de Literatura por su novela La historia siguiente, publicada en Holanda en 1991. Antes de este reconocimiento, su obra ya era leída en toda Europa, a pesar de escribir en una lengua minoritaria como es el neerlandés.
El argumento, saltándose todas las leyes de lugar y tiempo, relata la experiencia de un profesor de lenguas clásicas, Herman Mussert, un solterón, que se acuesta en su casa de Amsterdam y se despierta en Lisboa, donde había vivido algún tiempo y pasado una aventura amorosa. El profesor, que contagia a sus alumnos su pasión por los clásicos, está enamorado de una profesora de biología, casada con un profesor de neerlandés, compañero y enemigo de Mussert. La segunda parte del libro, artificialmente unida a la primera, narra el viaje en barco hacia el Amazonas del protagonista, acompañado de otros siete personajes. Conforme cada uno cuenta su historia, desaparece; el último es Mussert, el profesor, atraído hacia su final por Lisa d’India, personaje que simboliza la muerte.
Cees Nooteboom ha viajado mucho y ha leído mucho. Esta peculiar novela es una obra cosmopolita, rebosante de resonancias culturales y literarias, de reflexiones filosóficas que pretenden exaltar un cierto sentimiento europeo. No falta tampoco la ironía ni el dato contemporáneo. El monólogo interior se alterna, de manera habilidosa, con el diálogo o la descripción.
El libro ofrece diferentes lecturas, aunque la más certera puede ser aquella que reflexione sobre la identidad, la muerte, la esencia del ser, la metamorfosis tal y como la ve Kafka, la inmortalidad. Sin embargo, la atrayente belleza formal de esta novela es -como ocurre con otros muchos autores contemporáneos- el envoltorio del vacío, de la ausencia de respuestas y compromisos.
Cees Nooteboom entretiene con su erudición humanística -lo mismo sucede en su libro Desvío a Santiago (ver servicio 100/93)-, su prosa se lee con gusto, hace pensar y, dentro de su caos ideológico, mantiene el respeto por la identidad del lector.
Carmen Montón