Cualquier historia de Petros Márkaris supone una lectura amable, tranquila y llena de humanidad. Aunque son novelas policiacas con sus delitos, delincuentes y asesinatos, el autor griego lo cuenta todo con elegancia.
En este caso, Kostas Jaritos, que acaba de ser abuelo y tiene a su familia revolucionada con el niño, tiene que resolver un caso en el que los asesinos han actuado matando a su víctima con un coche bomba. Por el método, es un caso de terrorismo, pero por las circunstancias que lo rodean, se aleja del modelo. El asesinado es un empresario importante, que mantiene una residencia y una escuela de hostelería para estudiantes. A su alrededor todo son halagos por su labor y su forma impecable de relacionarse con la administración pública y sus empleados.
Cuando el comisario comienza las pesquisas, un desconocido “Ejército Nacional de Idiotas” reivindica el crimen en un extraño comunicado escrito a mano y con letra caligráfica. Esto desconcierta a la policía y trastoca la investigación.
Al primer asesinato sigue otro en la misma línea y con un comunicado similar. El comisario sigue adelante con sus averiguaciones, incansable, rebañando todas las posibles pistas. Solo al final, tirando de todos los hilos y gracias a un inesperado hecho, se precipita la trama.
Todas las novelas de Márkaris tienen un fondo social y político que, aunque se ciñan a la Grecia actual, es común a otros muchos países. El autor llama la atención sobre el descontento social, el aumento del paro, la situación penosa de la clase media, los desmanes de empresarios sin escrúpulos y las actuaciones interesadas de los políticos. Márkaris comprende las quejas de los que sufren y pretende ayudarles con la literatura.