Con La crisis ninja -explicación al profano de la actual crisis económica- Leopoldo Abadía se convirtió en el autor más leído durante el año pasado en la categoría de no ficción. Aparentando la misma falta de prurito académico de su anterior libro, Abadía presenta ahora las conclusiones de su tournée dentro y fuera de España, cuando habló en decenas de conferencias y charló, sobre todo de economía, con todo tipo de personas “de la calle”.
El libro rebosa de un estilo tan informal como educado, a fin de sostener la tesis principal: desconfianza hacia los políticos, su lenguaje doctrinario, abstruso y artificial, y su agenda de intereses partidistas. Frente a las ideologías y las etiquetas políticas, propone la centralidad de las personas, la constancia, el esfuerzo y la educación. Abadía plantea una “revolución civil” basada en la exigencia, el trabajo, la honestidad y el cumplimiento de los deberes. Postula una forma de gobierno de talante humanista y tecnócrata, entendida como servicio público a cargo de profesionales competentes que no necesiten de la política para tener un buen sueldo.
Recuerda que el objetivo de la actividad pública es servir al bien común, expresión que apenas manejan los políticos de carrera. Dentro de la crisis actual, Abadía apunta a una solución técnica, mediante un gobierno que actuase como el “safety car” de la Fórmula-1. Al mismo tiempo, recalca que “de esta crisis sólo nos sacarán las empresas”, es decir, el trabajo de las personas.
Afirma que la crisis económica va de la mano de otra crisis más importante: una “crisis de decencia”, de ahí que subraye con más ahínco la necesidad de una actuación personal, para recuperar los valores y la austeridad. No apela al De officiis de Cicerón, precisamente, sino al sentido común y la sensatez de las personas de la calle con las que habla, y quienes, en realidad, están por encima de las divisiones de “izquierda progresista” y “derecha conservadora”. Al mismo tiempo, repasa de manera crítica algunas de las medidas del Gobierno que preside Rodríguez Zapatero, en especial el modo como se ha acordado conceder ayudas a las entidades financieras.
El autor se mueve con sutileza campechana en su crítica política y social, aun cuando pueda hacerse el ingenuo. Pero esa pretendida ingenuidad o simplicidad constituye una forma ágil de involucrar al común de los mortales en la “revolución civil”, en vez de situar el debate económico y político en el nivel exclusivo de las élites. Su perro Helmut y el petirrojo vuelven a acompañar a don Leopoldo en algunos capítulos. El autor aprovecha para citar a su hijo Gonzalo, que es el verdadero manager del “fenómeno Abadía”.