Siglo XXI de España. Madrid (2002). 201 págs. 13,50 €. Traducción: María Corniero Fernández.
Indemnizaciones del gobierno alemán, de industrias privadas alemanas, de bancos suizos, de gobiernos de la Europa del Este… El Holocausto judío salta a las primeras páginas de la prensa desde hace unos años no tanto por la crónica de las atrocidades sino por toda una sucesión de demandas millonarias y prolongadas audiencias e investigaciones de órganos legislativos, en especial del Congreso norteamericano. Es lo que el autor de este libro, hijo de judíos polacos supervivientes de Auschwitz, y del gueto de Varsovia, denomina «la industria del Holocausto». Finkelstein denuncia que muy pocos de los supervivientes del Holocausto se benefician en realidad de las compensaciones económicas y afirma que todo obedece a unos intereses político-económicos no sólo del Consejo Mundial Judío sino sobre todo del Estado de Israel. Rechaza además la singularización que se hace del Holocausto, algo que implicaría un interesado silencio sobre las víctimas no judías del nazismo, sobre todo el medio millón de gitanos que también fueron exterminados sistemáticamente. En definitiva, Finkelstein viene a afirmar que la explotación del Holocausto es una manera de desviar las críticas hacia Israel por su actitud ante los palestinos.
Con tales planteamientos, el libro está destinado a crear polémica. Lógicamente no puede ser tachado de antisemita pero sí de antisionista. El autor aparece como un adversario ideológico de Israel, como un representante de una izquierda liberal norteamericana crítica con la política exterior de Washington, lo mismo en Oriente Medio que en Vietnam. No es casual que este libro haya contado con el apoyo y la colaboración de Noam Chomsky, el conocido intelectual judío americano. Y es que los reproches de Finkelstein van más allá de la cuestión de las indemnizaciones económicas. Son un rechazo rotundo a esa posición política que identifica inexorablemente los intereses y la seguridad de Estados Unidos con los de Israel. De ahí que el autor denuncie también la evolución de muchos judíos americanos hacia posiciones más conservadoras en el ámbito político.
Antonio R. Rubio