Este libro toma el ejemplo de la figura de Sócrates para establecer un nexo profundo y genuino entre filosofía y pedagogía: entender a la persona humana para saberla educar. El autor, José María Barrio Maestre, es Doctor en Filosofía y Profesor Titular de la Universidad Complutense de Madrid. Ha escrito libros de cuestiones filosóficos; algunos de los más recientes son El balcón de Sócrates (2009), Elementos de Antropología Pedagógica (2010), La gran dictadura. Anatomía del relativismo (2011), y El Dios de los filósofos (2012).
La obra que ahora analizamos se dirige sobre todo a pedagogos, filósofos, y a personas con cultura amplia relacionadas con la enseñanza. El libro cita la descripción que Laín Entralgo hacía de la tarea educativa como una “dual y conjunta posesión de la verdad y de sí mismo: enseñando el maestro y aprendiendo el discípulo, uno y otro aprenden a convivir en la verdad y en una personal, compartida y mutuamente donadora posesión de sí”. Para este noble quehacer es preciso, según el autor, “recuperar el prestigio de la razón como facultad capaz de una conversación seria sobre la verdad y el bien”.
El realismo de este estudio dimana de un mundo que es más grande que nuestros planteamientos personales: un universo que suscita admiración, respeto y estudio. Si, por el contrario, se considera que la realidad no es más que una construcción sociocultural, entramos en la selva estéril del escepticismo, del lenguaje manipulador, y de la progresiva pérdida del sentido de la vida y de la enseñanza.
La educación no solo tiende a la verdad conocida, sino al bien puesto en práctica. Por esto, el autor reafirma el valor pedagógico del esfuerzo por adquirir hábitos intelectuales y morales que posibiliten el desarrollo personal. Ofrecer certezas y referencias de implicación moral es algo humano y educativo. Para esto hay que “saber acompañar a otras personas en su propio camino hacia dentro y, al mismo tiempo, respetando ese proceso interior, alumbrar el camino hacia la verdad que también ha de ser reconocida, no simplemente construida en el interior de cada quien”. El valor del respeto es requisito en la labor docente, y se refleja bien en esta obra al afirmar que “si un educador no estuviera dispuesto a respetar la libertad del educando en sus opciones morales debería cambiar de trabajo”.
Tras pasar amplia y profunda revista a factores culturales, sociales, e incluso pedagógicos, que dificultan actualmente la enseñanza, Barrio ofrece orientaciones y llega a la médula del trabajo educativo, entendido como “desarrollo de la racionalidad teórica, práctica, y también instrumental; por este orden”. Enseñanza de conocimientos, construcción de hábitos y destreza en metodologías, desde las perspectivas de las diversas asignaturas, pueden hacer posible un ambiente propicio “donde encuentra su lugar natural la educación”.