La joven guardia. Nueva literatura argentina

Verticales de bolsillo. Barcelona (2009). 241 págs.

GÉNERO

La literatura argentina se ganó el pasado siglo un merecido prestigio gracias a los nombres de Borges, Cortázar, Macedonio Fernández, Marechal, Puig, Alejandra Pizarnik Roberto Arlt, Girondo, Bioy Casares, Silvina y Victoria Ocampo, Sábato y tantos otros. Con un título un poco abusivo, la antología presenta ahora “la nueva literatura argentina”, si bien es cierto que no se selecciona en ella ni a novelistas, ni a poetas ni dramaturgos. Son sólo cuentistas. Los veintitrés nombres tienen menos de cuarenta años y ya cuentan con una carrera de cierto peso en su país. Todos ellos son poco o nada conocidos en España, salvo Andrés Neuman, Gonzalo Garcés y, quizá, Washington Cucurto.

Si existe algo en común en estos escritores jóvenes es su indiferencia, más o menos velada, a los grandes temas de sus antecesores. La dictadura y las represiones han dejado de interesar, igual que el drama de las Malvinas. Todos proceden de la Argentina del postmenemismo, escéptica y empobrecida. Por eso quizá una de las huellas más notables en varios de ellos sea César Aira, con su voluntaria superficialidad y su estilo desaliñado.

Faltan, por estas mismas razones, cuentos que sobrecojan por su fuerza dramática o imaginativa, o que deslumbren por la calidad de su prosa. Uno de los relatos, Diario de un joven escritor argentino, de Juan Terranova, ofrece un retrato robot de muchos de estos autores, sometidos a la frustración de una sociedad materialista de la que, no obstante, el propio protagonista forma parte sin que eso le suponga ninguna tragedia existencial. La historia deambula entre la vida gris del escritor: su vida familiar, sus ambiciones reprimidas y sus gustos intelectuales, que van del boxeo televisado a los libros sobre la segunda guerra mundial. Hoy en día algunos llaman “pensamiento débil” a actitudes como ésta.

En el prólogo se habla de la “destreza extraordinaria” de estos narradores. Lo malo es que este tipo de afirmaciones son casi obligatorias en el género de la antología y nada dicen hasta que el lector no se ve confrontado con los textos mismos. ¿Realmente hay una “literatura” (léase: cuentística) joven en la Argentina tan maravillosa? Repasados los textos uno por uno, me parece difícil sostenerlo. Algunos narradores conocen ya su oficio y escriben con habilidad (Neuman o Garcés, por ejemplo); otros todavía necesitan más de un hervor. Pero el tono general es de bisoñez. No hay por qué escandalizarse: Borges escribió sus mejores relatos entre los 44 años y los 49 años.

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