Sabemos que pasar o no al olimpo literario es fruto de la casualidad la mayor parte de las veces. En ocasiones, a un editor se le escapa, por error o falta de juicio, un tesoro; en otras, es el gusto o la inquina de un escritor afamado lo que vuelve a poner en circulación una obra o bien la sepulta para siempre. Desde este punto de vista, tanto Stephen Crane como su novela más conocida, La roja insignia del valor, han tenido mucha suerte.
Crane fue un escritor popular de finales del siglo XIX y el título mencionado engrosó durante la mayor parte del XX la lista de lecturas preceptivas para los adolescentes americanos. Pero siempre ha sido considerado un autor menor. Paul Auster rescata sus méritos en esta biografía que constituye el singula…
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