La editorial DVD publicó el año pasado el libro Campo abierto. Antología del poema en prosa en España. En la antología, los autores escogidos dan la razón del uso del poema en prosa, y entre todos los motivos sobresale uno: se deja de lado el poema y se escribe en prosa «bien por cansancio del formalismo o de la maestría técnica del verso como imposición».
José Julio Cabanillas no fue antologado en Campo abierto porque La luna y el sol ha sido publicado recientemente y sobre todo porque su ejercicio en prosa no es la manifestación del que proclama liberarse de las obligaciones versales. Había métrica en sus otros libros (Las canciones del alba, Palabras de demora, En lugar del mundo y Los que devuelve el mar) y ahora en prosa sus textos, breves, mantienen la cadencia. De hecho, parece que el nuevo formato provoca un subrayado sobre este aspecto y le da una iluminación especial, un protagonismo.
Claro que no es sólo música este libro. El contenido es la escritura del viaje contemplativo del poeta a la infancia, a Granada, donde encuentra al niño que fue y donde rescata de su mente los recuerdos de una etapa feliz, ya pasada. De Cernuda se dice (no lo cito como uno más: es conocida la influencia del poeta sobre Cabanillas, como la de Bécquer) que en Ocnos miraba atrás desde el infierno presente buscando agua. Aunque tuviera alguna que otra razón para despotricar del hoy, el autor de La luna y el sol sabe (lo dice en el primer poema) que «sin embargo, mientras escribo esto, el sol amanecido entra en mi estudio, ilumina esta página, templa el escalofrío de este invierno. Es el mismo sol, igual del joven, que llenó el Campo del Príncipe [nombre del hospital donde nació el poeta] con su alboroto reciente de campanas. El sol que regalaba su alegría».
Javier García Clavel
ACEPRENSA