Quinta novela de la serie Episodios de una Guerra interminable, de la que forman parte Inés y la alegría, El lector de Julio Verne (2012), Las tres bodas de Manolita y Los pacientes del doctor García. Con estas novelas, la autora persigue hacer unos “episodios nacionales” ambientados en la España de la posguerra y en la resistencia antifranquista.
Se trata de un conjunto de obras muy realistas, documentadas, que pretenden recrear una serie de conflictos individuales y sociales en clave de izquierdas, objetivo que la autora no oculta, sino que muestra a las claras.
En esta nueva entrega, vuelve a mezclar los hechos reales con la ficción para escribir una novela con personajes de carne y hueso que sobreviven como pueden, en circunstancias no del todo agradables. El franquismo que presenta Grandes tiene siempre tonos grises, angustiosos, obsesivos, y su literatura se contamina de esa imagen patética y oscura con la que pinta la época. En esta ocasión, el protagonista es un psiquiatra, Germán Velázquez, que decide en la inmediata posguerra estudiar fuera de España, en Suiza, para huir del ambiente franquista y de posibles represiones, pues su familia era conocida por su adhesión al bando republicano.
En los cincuenta regresa a España y comienza a trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos. Allí se reencuentra con una mujer que está internada, Aurora, que protagonizó cuando él era joven un trágico episodio familiar. Aurora ha cambiado mucho y mantiene frecuentes entrevistas con el doctor Germán, que es ayudado por María Castejón, una auxiliar de clínica con la que comparte unos mismos ideales médicos. La novela evoluciona desgranando la actividad profesional y personal de Germán y de María, que tienen caminos en parte paralelos, pero con finales bien distintos.
La novela critica con dureza los métodos empleados por los psiquiatras que dirigen el hospital, Vallejo Nájera y López Ibor, mezclando en sus críticas las cuestiones médicas con las políticas, al situarse estos dos médicos en las antípodas de las ideas de Germán. No se ahorran críticas tampoco a la actividad de la Iglesia en esos años, y también se mezcla la polémica de los niños robados con las actividades que supuestamente realizaron algunas monjas en algunos hospitales.
El peso ideológico condiciona la evolución y el tratamiento de los personajes, que adolecen de un maniqueísmo que lastra el desarrollo narrativo, a pesar de la fuerza que transmiten algunos de ellos. A la vez el realismo, atrayente y eficaz para muchos momentos, resulta rebuscado en otros, con el fin de no salirse de la línea ideológica y moral que se ha trazado, lo que acaba por rebajar tanto el estilo, demasiado efectista, como las tramas, teledirigidas para ofrecer constantemente una imagen en blanco y negro del franquismo. La autora se mueve muy bien en el realismo narrativo y en los conflictos psicológicos y sentimentales que tienen los principales protagonistas.