Seix Barral. Barcelona (2000). 185 págs. 2.200 ptas. Traducción: María José Buxó Dulce Montesinos.
En la mayor parte de los países avanzados están en proyecto o en marcha reformas educativas. Una vez conseguida la plena escolarización en torno a la mayoría de edad, los Gobiernos se plantean cómo mejorar la enseñanza, de modo que se capacite de veras a las jóvenes generaciones para entender y actuar en un mundo cada vez más complejo. La antigua dialéctica de las dos culturas, el especialismo deshumanizado, o el humanismo descomprometido exigirían ser sustituidos por nuevos modos de pensar y de educar. Es el tema de este libro, con un subtítulo expresivo: Repensar la reforma. Reformar el pensamiento.
Desde la atalaya de los 80 años, Edgar Morin ha sintetizado con un lenguaje brillante sus intuiciones, con la esperanza de que fueran útiles para las reformas lanzadas por el gobierno de Francia. Desde una evidente independencia intelectual, ofrece esquemas lúcidos, pero difíciles de llevar a la práctica, más aún en una nación excesivamente centralizada y uniformista, con un sistema educativo que algunos comparan a un mamut devorador, lento y pesado. Aunque no haya sido profeta en su tierra, vale la pena sopesar las propuestas de Morin, que se encierran en las primeras 145 páginas de este libro, completado con cuatro anexos desiguales.
Las sugerencias del autor reflejan una fundamentación racionalista, problematizante, crítica, anclada sobre todo en perspectivas de fondo predominantemente francesas, apenas entreabierta a la trascendencia de un lector creyente. Morin afirma que «conocer y pensar no es llegar a una verdad absolutamente cierta, sino que es dialogar con la incertidumbre».
Desde esa perspectiva, ayuda a reflexionar sobre necesidades reales del quehacer educativo: proporcionar una cultura que permita enfrentarse con los problemas globales; responder a los desafíos de la complejidad; afrontar las incertidumbres crecientes; educar para la comprensión mutua entre los hombres; enseñar las diversas ciudadanías, también la «terrestre», que incluye la unidad antropológica y las diferencias individuales y culturales.
Salvador Bernal