Belacqua. Barcelona (2007). 235 págs. 17 €. Traducción: Marcelo Birmajer.
El premio Nobel de literatura de 1978 es un gran contador de historias: lo atestiguan sus novelas y también sus relatos breves, como los que se recogen en este libro. Excepto el que le da el título sobre aquel personaje bíblico, los demás discurren en los ambientes habituales de la obra de Singer (1904-1991): judíos de Polonia en las primeras décadas del siglo pasado o emigrados de allí a Estados Unidos a causa de la persecución de los nazis. En la mayoría, se trata de narraciones sobre una narración, porque el tema del relato surge de conversaciones tras un encuentro más o menos casual, durante una reunión de amigos ; situaciones en las que alguien cuenta una historia vivida o escuchada a otros. Esto enlaza con otras constantes de la obra del escritor, como el sentido de la tradición, la descripción de las costumbres de los judíos centroeuropeos, el papel del azar en los actos humanos y sus consecuencias.
De ese pequeño mundo, el del yidishmo, magníficamente descrito como siempre por Singer, es fácil trascender a la condición humana universal, con sus pasiones, sus conflictos, el deseo de felicidad, la búsqueda del sentido… Este es otro punto clave de la obra de Singer: la crisis de identidad de sus personajes, el conflicto entre los principios del judaísmo y la presencia del mal o la influencia de la secularización y del relativismo. En varias narraciones, estas crisis se centran en la vida conyugal: se describen diversas historias de infidelidades, desavenencias, fracasos, de comportamientos obsesivos, con un trasfondo de duda, de desencanto y de cierto determinismo que Singer rechaza, pues, aunque cree en Dios y en la libertad de los hombres, se enfrenta a la cuestión de un modo un tanto atormentado y sombrío ante la experiencia del mal y del sufrimiento. Quizá la clave esté en las palabras de un personaje de «La mirilla en el portal», uno de los mejores relatos del libro: «Sin religión, no hay fidelidad».
No faltan el humor ni la ironía, las situaciones se cuentan con precisión, a veces con sobria crudeza. En su preocupación por el hombre y por el sentido de su existencia, Isaac Bashevis Singer tiende a destacar más las sombras que las luces, pero tiene la valentía de enfrentar al lector a las grandes cuestiones morales y antropológicas que vivir nos plantea.
Luis RamonedaACEPRENSA