Tras el seudónimo A.J. Finn se esconde el editor norteamericano Dan Mallory. Aficionado a la novela negra y admirador de Hitchcock, Mallory se estrena como novelista con La mujer en la ventana, un thriller psicológico con todos los ingredientes del subgénero de suspense en el que los aspectos mentales de los personajes toman el protagonismo. La obra ha cosechado gran éxito en Estados Unidos.
Anna Fox sufre un trastorno de agorafobia acentuado desde que su esposo decidió separarse de ella. Desde entonces, vive encerrada en su casa de Nueva York. Doctora en Psicología, una de las tareas que se ha propuesto es participar en un blog de ayuda psicológica, que es casi su única relación con el exterior. Pocas más son las ocupaciones que llenan sus aburridos e interminables días. Aficionada a las películas clásicas de suspense, le gusta entretenerse, emulando a alguno de los actores, espiando a sus vecinos desde la ventana de su estudio a través del potente zoom de su cámara fotográfica. Esta actividad, aparentemente inocente, consigue despertarle la imaginación y el interés por algo distinto a sí misma; y desde esa ventana es testigo de cómo la vecina de la casa de enfrente es asesinada por alguien a quien no consigue ver.
Finn se inspira en Hitchcock, al que intenta homenajear de una manera explícita. Por eso, los lectores que tengan conocimiento de las películas del maestro del suspense tendrán más facilidad para comprender los diferentes giros que va tomando la trama.
Aunque a la protagonista, psíquicamente enferma, le consume un sentimiento de pérdida y de culpa que la aleja de la realidad, el autor no le anula la capacidad de compadecerse de los demás y de amar, capacidad que puede darle la lucidez necesaria para salir adelante.
La novela, narrada en primera persona por la protagonista, engancha desde el primer momento y mantiene la tensión hasta el final. El lenguaje sencillo y los diálogos ágiles hacen fácil la lectura.