La víspera de Navidad, un catedrático de Literatura se acerca a una ventana de su casa y mientras curiosea la fachada de enfrente para imaginarse cómo la estarán celebrando sus vecinos, ve a uno de ellos cometiendo un asesinato.
Ha cenado opíparamente, ha bebido de más y es dado a la introspección, así que, en lugar de llamar de inmediato a la policía o pedir ayuda, titubea. Aunque esté algo abotargado, no duda de que acaba de presenciar un crimen, pero el impulso inicial de denunciarlo merece una reflexión más profunda. ¿Y si la policía no se lo cree y queda como un bebedor solitario con ganas de llamar la atención?
Como muestran cuatro o cinco escenas bien entrelazadas, Pål Andersen no abandona sus costumbres: cena con unos viejos amigos,…
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